«Ninguna otra mujer le escribía a Simón Bolívar en el tono en que ella lo hacía», le dice a BBC Mundo la historiadora venezolana Inés Quintero.
Cuando la autora investigaba sobre el proceso independentista de Venezuela y se adentraba en el archivo del ilustre militar y político, encontró «a una mujer que estaba totalmente ausente».
«No había noticias de María Antonia en las biografías de Bolívar, no había un trabajo dedicado a ella, salvo cuestiones muy tangenciales o generales y, por supuesto, cuando me meto en este mundo, me encuentro con un personaje fascinante, una mujer muy dueña de sus circunstancias y de sus pareceres«.
«Una mujer que no se iba a dejar llevar por la corriente» y aunque sus otros hermanos se habían sumado al proyecto independentista, ella «desde el primer momento» no lo hizo.
Y así lo demuestran varias de las cartas que María Antonia le escribió a Simón y que Quintero analizó.
«Me sorprendió mucho su beligerancia, la carga emocional y las diferencias entre los dos».
«Es un material epistolar muy rico por la manera de comunicarse con su hermano, es un trato directo, familiar, sin protocolos».
Cuando, el 24 de junio, se cumplen 200 años de la Batalla de Carabobo, clave en el proceso de la independencia de Venezuela, BBC Mundo explora la fascinante relación entre el héroe y su hermana mayor.
«Criolla» y primogénita
Quintero es autora de una biografía de María Antonia Bolívar: «La criolla principal», un libro que es fruto de años de investigación sobre el rol de las mujeres en la independencia.
«La vida de María Antonia era absolutamente desconocida porque todo lo que rodea a Bolívar está cargado de su inmenso peso como figura».
«Se supone que los héroes no tienen familia, vida privada, desencuentros, pero estaba esta figura femenina tan fuerte y decisiva que marcó distancia con el proyecto del hermano«.
María Antonia nació el 1 de noviembre de 1777 y fue la primera hija de los mantuanos Juan Vicente Bolívar y Ponte y Concepción Palacios y Blanco.
La pareja también tuvo a Juana (1779), Juan Vicente (1781) y a Simón (1783).
Cuando María Antonia tenía nueve años, falleció su padre y, a los 14, murió su madre.
A los pocos meses, con 15 años, se casó con Pablo Clemente y Palacios, quien era mucho mayor que ella, y con quien tuvo cuatro hijos.
Los otros hermanos habían quedado bajo la responsabilidad del abuelo materno y, tras su muerte, un tío asumió el cuidado de Simón.
«En julio de 1795, cuando cumplía 12 años, sufrió una crisis muy propia de la primera adolescencia: huyó del lado de su tío, para acogerse a la casa de su hermana María Antonia y de su marido, hacia quienes sentía mayor afinidad afectiva», contó en una breve biografía del Libertador el historiador Manuel Pérez Vila.
Su hermana lo defendió, lo cual generó un conflicto con su tío y la solución que encontraron, pese a la resistencia del niño, fue mandarlo a la casa de su maestro Simón Rodríguez.
No sólo la diferencia de edad entre ella y Simón, sino las circunstancias de sus infancias explican «el respeto mutuo que hay entre los dos«, señala Quintero.
«Una víctima del proceso»
La hermana mayor del héroe venezolano jamás compartió la posibilidad de quebrar el orden existente.
«Lo que plantea María Antonia en sus documentos es que si ellos habían sido toda la vida leales a la monarquía, si sus padres, tíos, abuelos, tatarabuelos, habían tenido una buena relación con la monarquía y, además, se habían visto beneficiados, de dónde surgía ese distanciamiento y ese enfrentamiento».
«A ella le parece una contradicción que una familia que le había sido leal a la Corona durante más de 100 años, decidiera romper con ese vínculo».
Los hermanos Bolívar eran descendientes de una familia de origen vasco que se había radicado en Venezuela desde finales del siglo XVI.
María Antonia reconocía que los hombres de su familia habían sido figuras prominentes dentro del orden colonial, que habían ocupado posiciones en el «sistema de poder que la monarquía le ofrecía a los blancos criollos, que se habían convertido en el soporte local del régimen».
«Por otra parte, como sucedió con muchas personas en la época de la independencia, incluyendo blancos criollos, no compartía el principio de la igualdad, ni de las ideas republicanas, porque todo eso representaba una novedad y un descalabro frente a lo que era su vida cotidiana».
«Ella se forma y se cría dentro del concepto de una sociedad desigual, donde los blancos tienen privilegios, donde los negros no pueden tener un lugar dentro de la dinámica política y social».
«Para ella, la disolución del orden antiguo es la negación de sus costumbres, creencias, principios, y lo rechaza».
«Pero no fue la única, lo que pasa es que esta división entre los blancos criollos fue de alguna forma omitida en el relato de la historiografía porque se quiso hacer ver que la independencia era un proyecto de salvación de todos los venezolanos sin distinciones, que era un ideal libertario colectivo».
«Pero no se consideró que fue un proyecto muy difícil de establecer, que tuvo adversarios dentro de los sectores privilegiados de la sociedad y que provocó un estremecimiento de la dinámica política y social».
«María Antonia siente que es una víctima de ese proceso».
«Traidora»
No estuvo de acuerdo con el proyecto de Francisco de Miranda y cuando comenzó el proceso de la independencia, «ella no sólo no se siente convocada sino que lo exterioriza y se enfrenta a su hermano».
En 1813, Bolívar dictó, en Trujillo (en el occidente de Venezuela), el Decreto de Guerra a Muerte:
«Españoles y Canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de la América. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables».
El mismo Bolívar se aseguró de que su decreto no se quedara en una amenaza.
«Al llegar a Caracas ordenó la ejecución de varios centenares de españoles que se encontraban prisioneros en La Guaira», relató Quintero en un podcast sobre historia de Venezuela de Banesco Biblioteca Digital.
María Antonia estaba aterrada con el decreto, pero «no estaba dispuesta a dejarse amedrentar».
De hecho, en una de sus haciendas, «escondió a españoles y canarios para salvarlos de una muerte segura«.
«Fue acusada de traidora, los partidarios de la república le gritaban: ‘goda, aristócrata‘. A pesar de las amenazas, María Antonia Bolívar siguió siendo enemiga de la república y súbdita leal del rey de España, mientras su hermano se convertía en el más encarnizado enemigo de la monarquía española».
El exilio
Quintero le dice a BBC Mundo que cuando empezó la etapa más violenta del proceso independentista, Bolívar obligó a María Antonia a exiliarse para protegerle la vida no sólo a ella, sino a sus sobrinos.
Lo mismo hizo con miles de caraqueños que corrían peligro ante el avance de las tropas del español José Tomás Boves.
En 1814, María Antonia partió hacia Curazao y desde allí le escribió a las autoridades monárquicas.
«Esas comunicaciones son extraordinarias porque marca un claro deslinde político con su hermano«.
«Le escribe a la Real Audiencia de Caracas y directamente al rey Fernando VII para que no la confundan: ‘no tengo nada que ver con eso, tengo otra percepción, he sido leal, he defendido la Corona'».
Y no sólo la movía lo ideológico, también quería que le devolvieran los bienes que, por ser hermana de Simón, le habían confiscado como parte de las represalias realistas.
En su libro, Quintero reproduce uno de sus planteamientos:
«(…) es menester deducir que el único delito en que podrán apoyarse los decretos negativos a mi admisión será el de llevar el apellido de Bolívar: (…) Pero, cuán monstruoso sería a la faz del mundo que castigando a un padre o un hermano, por haberse abanderizado en el partido de la revolución, se extendiese el castigo a un hijo, o a otro hermano, que hubiesen sostenido con firmeza posible la causa del Rey.»
Después se fue a La Habana, donde logró que la Corona le diera una pensión por su lealtad.
Pero con el triunfo de la independencia en Venezuela se quedó sin esa ayuda y decidió, «a regañadientes», empacar.
El retorno
En 1822 regresó a su país, «entre otras cosas porque Bolívar le manda el dinero para que pueda trasladarse».
«Era la única manera que tenía para retomar las riendas de su patrimonio y, al mismo tiempo, para recuperar el control sobre los bienes de la familia».
A partir de ese momento, tuvo que ajustarse a una situación política que le incomodaba, con la que no comulgaba.
«Ahí surge todo el material epistolar de ella con su hermano, en el que le expresa abiertamente sus opiniones, la molestia que le representa la república, el desmantelamiento de las jerarquías, los desafueros de ese cambio político tan radical».
«Muchísimas otras cartas de mujeres desaparecieron en medio de la guerra, pero la ventaja de haber sido la hermana de Simón Bolívar permitió que esas cartas se guardaran porque eran parte del archivo del Libertador».
«Eso es lo que ha permitido reconstruir toda la saga de la relación entre María Antonia y Bolívar», quien en una oportunidad le escribió:
«Antonia, te aconsejo que no te mezcles en los negocios políticos ni te adhieras ni opongas a ningún partido. Deja marchar la opinión y las cosas aunque las creas contrarias a tu modo de pensar. Una mujer debe ser neutral en los negocios públicos. Su familia y sus deberes domésticos son sus primeras obligaciones».
Una familia entre tantas
Su historia también es una forma de ver el protagonismo que tuvieron las mujeres en ese periodo histórico.
«Es una manera de ver la independencia a través, no sólo de la mirada femenina, sino de una familia, la de Bolívar, y eso da cuenta de la complejidad que representó ese proceso político de desmantelamiento y de quiebre de la sociedad».
Muchas mujeres no tuvieron otra opción que defender sus propiedades y convertirse en los ejes económicos de sus familias, pues las figuras masculinas habían desaparecido en el contexto de la guerra.
No fue ese el caso de María Antonia, quien quedó viuda debido a que su esposo tenía «una salud muy precaria».
Así que no solamente quedó a cargo de lo que era su patrimonio personal, sino que vio la necesidad de hacerse cargo de los bienes de la familia Bolívar, que, tras la muerte del hermano mayor, habían quedado en manos del héroe.
«Ella interpreta que si Simón Bolívar anda montado en un caballo independizando países, ella tenía que pedirle que le diera un poder que le permitiera atender las haciendas, las casas, las minas de Aroa«.
«Ella va a ser muy insistente en tener ese poder porque sin él no se podía poner al frente de esas propiedades y se trataba de un patrimonio muy importante».
Su hermano se lo otorgó.
Cuzco, a 10 de julio de 1825
Mi querida Antonia:
Recibí ayer una carta tuya en que me anuncias la llegada de mi tío Esteban (…)
Te mando nuevamente mi poder para que arregles todos mis negocios, casas, haciendas y minas. Quiero saber en qué estado está Suata: Suata no está arrendada con San Mateo. Manda a tu hijito a ver como está todo eso; lo mismo que las casas de La Guaira.
Te mando una carta de mi madre Hipólita, para que le des todo lo que ella quiere; para que hagas por ella como si fuera tu madre, su leche ha alimentado mi vida y no he conocido otro padre que ella (…)
Dame siempre noticias políticas y de todo; porque lo que tú me dices es siempre lo más cierto.
El mes que viene comienza a salir de aquí un ejército de 12.000 hombres para Venezuela, y a principios del año que viene me iré yo. Entonces lo arreglaré todo y no tendrás más alarmas. Dile así a tus amigos, y recibe el corazón de tu hermano.
BOLÍVAR
Fuente: Archivo del Libertador, gobierno de Venezuela
Cuando María Antonia regresó a Venezuela, Bolívar estaba lejos, concentrado en las Campañas del Sur, luchando contra el dominio español en Ecuador y Perú, en la creación de Bolivia.
«En Perú surgieron muchas resistencias frente a la independencia y la presencia de Bolívar fue muy criticada y generó muchos conflictos», evoca Quintero.
«Por eso, ella le dice en un carta: ‘deja quietos a los peruanos que no se quieren independizar, ven para Caracas’. Se lo dice en esos términos, es una manera muy coloquial, muy doméstica, de enfrentar ese mundo antagónico: entre las ideas y la vocación de poder de una figura como Simón Bolívar y la defensa y la concepción política de esta mujer que cree que la independencia es una locura».
Puno, 8 de agosto de 1825.
Mi querida hermana: Don Simón Rodríguez me ha entregado aquí mil pesos fuertes para que yo los libre a favor del Sr. Dr. Miguel Peña en Valencia. Como no tengo allí dinero, harás que se le entregue en aquella ciudad esta cantidad por mi cuenta; o bien él podrá librar contra ti la misma suma en Caracas. Si por algún evento no hubiere dinero mío en tu poder, pídelo prestado y ponlo a disposición del Sr. Dr. Peña, pues este crédito es de preferencia, habiendo yo recibido ya el dinero aquí.
Tu afmo. hermano.
SIMÓN BOLÍVAR
Fuente: Archivo del Libertador, gobierno de Venezuela
La hermana en otro contexto
María Antonia y Simón pasaron 13 años sin verse.
Él volvió a Venezuela en 1827 para restablecer la paz, después de que meses antes, en 1826, estallara «La Cosiata», un movimiento que se oponía al gobierno de Bogotá, donde se concentraba el poder político de la Gran Colombia.
El Libertador aprovechó su estadía en Caracas e «hizo todos los arreglos para distribuir las propiedades de la familia, le cedió unas propiedades a María Antonia, otras a Juana y otras a sus sobrinos», señala la historiadora.
Ese mismo año, el prócer tuvo que irse a Colombia, donde también se gestaban fuertes divisiones políticas.
Pese a sus esfuerzos, las ideas separatistas en su propia patria lejos de difuminarse, cobrarían aun más fuerza.
«María Antonia se quedó en Caracas y tuvo que enfrentar una época en la que Bolívar fue sometido al escarnio en Venezuela, cuando no era un referente político del agrado de los liberales ni de José Antonio Páez (otro héroe de la independencia)».
«Era la hermana de Bolívar en un contexto diferente».
En medio de fuertes tensiones, en 1828, Bolívar asumió poderes dictatoriales en Bogotá.
«En su aspiración de orden, María Antonia prefiere a un hermano dictador que una república de apertura liberal».
«Esa es una contradicción de su vida: después de haber sido adversaria al proyecto de la independencia, finalmente no le queda más remedio que apoyar el proyecto político final de su hermano cuando se ha orientado hacia un control de poder más centralizado y que aspira a un esquema más rígido y conservador de lo que se pudo haber previsto originalmente».
Ella lo defendió en muchas manifestaciones que lo acusaban de tirano.
El final
Ese mismo año, Bolívar escapó a un intento de asesinato en Colombia.
«Poco después ha de ponerse en campaña para enfrentarse a las fuerzas del Perú que han penetrado en el Ecuador, en donde permanece durante casi todo el año de 1829», evocó Pérez Vila.
En 1830, el Libertador regresó a Colombia, donde la turbulencia política y la oposición a su proyecto político se intensificaban.
Ese año, Venezuela se declararía un estado independiente. Su sueño de la Gran Colombia se desvanecía.
«El Libertador, cada vez más enfermo, renuncia a la Presidencia y emprende viaje hacia la Costa. La noticia del asesinato de (Antonio José de) Sucre, que recibe en Cartagena, le afecta profundamente», señaló el historiador.
«Piensa marchar a Europa, pero la muerte le sorprende en San Pedro Alejandrino, una hacienda situada en las cercanías de Santa Marta, el 17 de diciembre de 1830″.
Un pedido encarecido
Tras la muerte de su hermano, María Antonia llevó una vida hogareña en una hacienda en las afueras de Caracas y se dedicó a administrar los bienes de la familia.
Quintero cuenta que hablar de repatriar los restos de Simón Bolívar a Caracas se había convertido en un tabú en Venezuela, incluso después de varios años de su fallecimiento.
Pero, en 1838, ella decidió «romper el hielo».
«Le escribió una carta al presidente Carlos Soublette y le planteó que Bolívar en su testamento había dejado dispuesto que sus restos mortales fuesen depositados en Caracas«, señaló la historiadora en otro podcast de Banesco Biblioteca Digital.
Ella creía que había pasado «el tiempo suficiente para que se hubiesen extinguido las pasiones políticas» contra el Libertador y pidió «encarecidamente que le permitieran trasladar las cenizas de su hermano a Caracas».
Pero la solicitud fue rechazada y no fue hasta 1842 que Páez dispuso la repatriación.
«María Antonia no estuvo presente. El 7 de octubre, dos meses antes del fastuoso homenaje tributado al Libertador, su hermana falleció».
Pese a sus profundas diferencias políticas, años antes, en 1825, ella le había escrito:
«(…) di siempre lo que dijiste en Cumaná el año 14 que serías Libertador, o muerto. Ese es tu verdadero título, él, el que te ha elevado sobre los hombres grandes, y el que te conservará las glorias que has adquirido a costa de tus sacrificios (…)
No puedo menos que declararte los sentimientos de mi corazón por el interés que tengo en tu felicidad«.
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