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Más luces que sombras

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Biden

Foto Archivo

Cada vez más cerca de los números definitivos, las recientes elecciones norteamericanas dejan un cuadro de luces más que de sombras. Caben muchos análisis, desde las más diversas perspectivas, posiciones e intereses. Su validez, sin embargo, solo sería completa a partir del reconocimiento del voto como expresión de la voluntad de la gente y de su aspiración de país. En la base de todo está su legitimidad. Concitan con razón la atención de todo el mundo y dejan lecciones para quien quiera leerlas.

Francisco Mieres diría que no se trata del triunfo de Biden sino de la derrota de Trump. Más aun, añadiría que perdió a causa de Trump, que el rechazo no fue al partido, sino a la persona. No se trata, sin embargo, solo de una censura personal sino de la preocupación generada por algunas de sus posturas y de sus políticas, como el aliento a la polarización, la exacerbación de las diferencias, el desprecio por las instituciones o su socavamiento, un nacionalismo a ultranza, la pérdida de liderazgo en la política mundial, la atención casi exclusiva a la economía con olvido de otros aspectos de la vida de las personas y de la sociedad.

El resultado electoral expresa, entre otras lecturas, una voluntad nacional de recuperar la institucionalidad. Degradar las instituciones, utilizarlas políticamente o no contar con ellas deja un vacío que solo se llena con el caos estimulado por la demagogia o el populismo. El electorado refrendó que el respeto por las instituciones es el camino para recuperar la confianza en su propio país, en la estabilidad, en la capacidad de crecer.

Una segunda lectura de los resultados advierte sobre la urgencia de frenar la tendencia hacia a la polarización. La polarización, escribe Moisés Naím, debilita las democracias y dificulta la gobernabilidad. “Las democracias polarizadas tienen dificultades para formar gobiernos, para mantenerse en el poder y para tomar decisiones necesarias pero controvertidas” dice. Constata que vivimos un auge de los extremismos, alentados por una forma perniciosa de liderazgo y por la fuerza de las redes sociales. La polarización que amenaza la convivencia se da en la política, pero puede llegar a otros ámbitos como el de la justicia. Se presenta por diferencias ideológicas, pero también de clases. Maneja verdades con presunción de absolutas y argumentos que deslegitiman de entrada al otro. En este caso de las elecciones norteamericanas, el llamado a la unión, a la tolerancia, al equilibrio por parte del ganador de la contienda electoral no puede sino interpretarse como voluntad de lo que ha definido como “sanar el alma de América”.

Una tercera vertiente para interpretar el resultado electoral es la de una conciencia sobre la necesidad de un nuevo estilo de liderazgo, tanto en lo nacional como en las relaciones internacionales. Se reclama un liderazgo más abierto al mundo en todos los campos, no solo en los de la economía y la defensa, sino en la vigencia y preservación de los derechos humanos. El liderazgo deseado pasa por el multilateralismo, por la cooperación, la solidaridad y el respeto. La altisonancia y el aislacionismo no muestran necesariamente ni valor ni fortaleza. El mandato es por un liderazgo de alianzas, de compromiso con las instituciones internacionales, de cambio en la tendencia a retirarse de acuerdos como el de París sobre el cambio climático o del Pacto Nuclear con Irán, o de instituciones como la Unesco y la Organización Mundial de la Salud u otras.

El mundo confía en un liderazgo que promueva políticas globales sobre temas vitales como la reducción de la producción de gases de efecto invernadero, el control de armas y la defensa de los derechos humanos. Para estos propósitos es prometedora la presencia de Biden, para muchos quizás el político americano con más experiencia en la negociación de los más diversos tratados a lo largo de su extensa carrera como senador y vicepresidente de Estados Unidos. Profundo conocedor de América Latina, tiene plena conciencia de las fuerzas no democráticas que amenazan a la región y de la necesidad de alianzas para respuestas comunes, acordadas y eficaces.

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