Las variaciones estilísticas del arte geométrico son ilimitadas. Este se sustenta en figuras esenciales e invariables y, sin embargo, continuamente se renueva y sorprende. De allí su pertinencia –y persistencia– a lo largo del tiempo, un tiempo largo que se remonta incluso desde las imágenes arcaicas de la prehistoria. El uso de la geometría, en efecto –sea en forma intuitiva o derivada de una estricta organización matemática–, ha sido a lo largo de los siglos un recurso idóneo para la comunicación y, en el arte en particular, para la expresión. En el siglo XX, momento de conformación de grandes movimientos de vanguardia en Europa y en América, la abstracción ha tenido reformulaciones y objetivos muy diversos: de los neoplasticistas, los constructivistas, los artistas de la Bauhaus, y por supuesto, más adelante, de los artistas ópticos y cinéticos. En todos, la geometría fundamenta sus obras, y sin duda, las figuras básicas utilizadas son las mismas, con novedosos y diferentes resultados.
La pregunta que sigue es qué es lo que hace que haya una distinción entre los artistas siendo la geometría una plataforma formal invariable. Sin duda, la diferenciación depende del tratamiento que cada uno hace de sus recursos y elementos expresivos. Ben Abounassif (Caracas, 1964) es un artista abstracto geométrico que ha desarrollado su obra de manera reflexiva y meticulosa. En muchos sentidos, ha tomado para sí algunos atributos del arte óptico y cinético que ha distinguido gran parte del siglo XX, tales como la lectura ambigua de la imagen y su capacidad de transformación a través de la incidencia de la luz, solo que lo realiza con los recursos propios de este tiempo: la tecnología digital en conjunción con el trabajo manual efectuado con los materiales.
Para esta exposición, Inflexiones, Ben Abounassif trabaja en la fragmentación de la imagen. Según el material, realiza dos series: “Formas abstractas” cuyo soporte es papel y “Fragmentos” que son piezas en metal. En ambas impera la precisión y el dominio absoluto de la geometría, así como el rol protagónico de la luz. Sin embargo, presentan también diferencias sustanciales. “Formas abstractas” se conforma por la superposición de dos papeles: el primero perforado y el de atrás cortado y doblado. En consecuencia, el artista complejiza el tramado geométrico con esta superposición pues, según la incidencia de la luz, la sombra define las figuras geométricas. A ello se agrega el color: son obras intencionalmente monocromáticas, manera como el artista da preeminencia al efecto producido por la proyección de las sombras.
En la serie “Fragmentos”, por otra parte, los resultados y los objetivos son diversos. El metal es recortado y doblado según determinados patrones geométricos. El reflejo de la luz, en consecuencia, genera un interesante efecto cinético pues, debido al desplazamiento del espectador, se producen importantes cambios perceptivos: la obra, siendo estática, visualmente se transforma. Según la incidencia de la luz, las imágenes parecen fragmentarse: se “abren” o “cierran”, dando la sensación de un efecto “tornasolado”, o de una ilusión equivalente a lo que conocemos como efecto de moiré. Esto se debe a los cambios de dirección de las formas recortadas como de las aperturas, además del movimiento del espectador. Por otro lado, también varían su apariencia según lo que se refleja del contexto circundante sujeto siempre a cambios continuos.
La luz y la sombra cumplen un papel crucial en todo ello. Las figuras geométricas como el círculo, por ejemplo, parecen sobresalir del plano según los cambios de luz. El artista, así, “borra” los límites entre lo bidimensional y lo tridimensional justamente por la manera como trabaja la intensidad y la direccionalidad de las luces y las sombras. De este modo sus obras trascienden su planitud.
En algunas piezas de la serie “Fragmentos” se agrega otro elemento particular: el contraste producido entre la pieza en metal –que es reflejante y cambiante– con el acrílico mate que utiliza como enmarcado, algunos de colores vivos e intensos. Se trata de materiales de distinta naturaleza cuyo contraste incide en la percepción de la obra: por un lado, el brillo del metal oponiéndose al color intenso mate, y por el otro, la confirmación de una relación dual entre la condición estática y plana de la pieza y su capacidad de “transformarse” por medio del reflejo y la luz. Estos elementos contradictorios activan de manera dinámica y significativa la percepción del espectador.
Las formas geométricas están conformadas por segmentos signados de manera proporcional. Algunas dan ilusión de volumen. Para lograr esto se requiere por parte del artista un dominio absoluto de la geometría. La tecnología digital sirve de herramienta pues con ella signa, traza y corta los segmentos que luego manualmente dobla. De este modo integra el trabajo manual con las herramientas propias del siglo XXI.
Volver la mirada a una obra vibrátil y cinética como la de Ben Abounassif es constatar, una vez más, que no solo la geometría es un recurso creativo ilimitado, sino que, además de reinventarse continuamente, hacemos de esta obra motivo de una nueva e interesante reflexión.
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