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De sorpresa en sorpresa

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Borrell sobre el acuerdo humanitario entre Guaidó y el régimen: El diálogo entre las partes es fundamental para avanzar

Foto David Sassolo

El ambiente se está poniendo complicado tanto a nivel nacional como internacional de tal suerte que en los últimos días han ocurrido sorpresas insólitas cuya acumulación en tan corto tiempo desafía el arte –u oficio– del análisis político.

En el ámbito interno hemos sido testigos de la apuesta que hizo Henrique Capriles arriesgando todo su capital político en una maniobra que aparentemente no le dio resultado. Para unos Henrique perdió el ya bastante menguado prestigio que le quedaba, mientras que para otros pareciera ser que la arriesgada pirueta contribuyó a desnudar aún más la mala fe de quienes dirigen la usurpación dejando en claro que no existe en ellos ni el más mínimo propósito de permitir una elección libre, justa, competitiva y verificable. En el ínterin no se puede negar el fruto concreto de una gestión que culminó en la liberación de decenas de presos políticos. Tal vez no sea ilógico decir que Henrique perdió la apuesta de su agenda personal sin dejar por ello de reconocer que los frutos de la política a veces demoran en hacerse evidentes. A las horas de escribir estas líneas Capriles quiere retirar los candidatos que había inscrito para la farsa del 6D, pero le impiden hacerlo para potenciar la confusión. Se quedó sin el chivo y sin el mecate. A lo mejor de carambola pudo haber ayudado para la consolidación de la unidad opositora tan elusiva en estos tiempos.

Entretanto el Sr. Borrell, encargado de las Relaciones Internacionales de la Unión Europea, juega deslealmente con las instituciones de Bruselas al enviar una misión clandestina a Caracas que revela que su juego dista mucho de ser arbitral y asumiendo más bien la condición de cómplice de los ocupantes de Miraflores, mientras al mismo tiempo deja saber que no existen ni las condiciones ni el tiempo para enviar una misión europea de observación profesional para la elección que se avecina y cuya fecha no quieren los usurpadores posponer. No importa que en  gobernaciones y municipios el precedente se haya usado repetidamente. Ahora la fecha 6D se nos presenta como revestida de una sacralidad como si nunca se hubiese violado la Constitución que ellos mismos confeccionaron a su medida. Por lo menos ha quedado en evidencia que una observación seria no puede haber ya aunque quienes propician el fraude cursen invitaciones para hacer turismo electoral por unos días a los “amiguitos” –que en la jerga chavista se llaman “acompañantes”– quienes condonarán cualquier marramucia que les muestren.

Mientras tanto, se entretiene la  peregrina idea de llevar a cabo una consulta popular como si ello fuera a ser permitido, custodiado, acatado o siquiera tomado en cuenta por quienes actualmente conducen la administración de la República. Según trasciende se dice que quienes proponen eso –sin duda, distinguidos y bien inspirados ciudadanos– no logran desmenuzar la diferencia entre sus buenos deseos y el lodo en el que se revuelca la realidad cívica nacional.

La locura sigue exhibiéndose en forma desvergonzada cuando los usurpadores pretenden contrarrestar el demoledor impacto  del informe de la Misión Independiente del Consejo de Derechos Humanos de la ONU montando desde la Cancillería oficialista un contrainforme en el que se pretende desacreditar y negar lo que ante el mundo se ha puesto ya de manifiesto y seguramente será oficialmente aprobado en los próximos días en el seno de dicho órgano, igual como ocurre con el informe de la alta comisionada para los Derechos Humanos, cuyas investigaciones y conclusiones tampoco huelen a perfume floral.

Sin embargo, cuando uno cree que ya todo ha sido visto, aparecen personajes cuya insensatez e imbecilidad se manifiesta de forma tan evidente que hasta sus propios mandantes se avergüenzan. Nos referimos a la alucinante intervención del representante de Argentina en la pasada sesión del Consejo Permanente de la OEA, un tal Raimundi, quien ha tenido la demencia de afirmar que su país no apoya el informe de la Misión del Consejo de Derechos Humanos por cuanto refleja una “ideologización” del tema de los derechos humanos. Seguramente, el pobre infeliz a lo mejor piensa que  unos muertos a golpes, algún empujado desde un décimo piso, o quienes reciben descargas eléctricas reiteradas o son sofocados con bolsas u obligados a saborear sus heces es que se encuentran en un debate de ideas. Cómo será el grado de enfermedad mental del Sr. Raimundi que tuvo que ser inmediatamente desautorizado por el presidente de su país, Alberto Fernández, y su canciller Solá quedando tan solo como incógnita saber si la señora Cristina de Kirchner avala o no lo afirmado por su embajador, a quien se rumora pronto trasladarán para que se dedique a un desempeño más acorde con su aquilatada capacidad de buen juicio.

Y ya que estamos en esto, aprovechemos para culminar con un paseo por el ambiente electoral del “imperio” donde el pasado martes se escenificó una bochornosa escena más propia de una gallera de nuestro interior que de un torneo electoral de primer mundo. Ellos –muy respetuosamente– dignifican ese espectáculo con el nombre de “debate” entre quienes aspiran a ser elegidos para despachar durante cuatro años desde la Oficina Oval. Quien esto escribe, entusiasta admirador de la democracia norteamericana, no pudo sino quedar muy mal impresionado del bochornoso caos en que ese tan esperado encuentro se convirtió. Un ingenioso compatriota describió aquello diciendo que el espectáculo había sido “igualito que en Venezuela pero en inglés”.

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