Solo hay que tomar la autopista regional del centro y salir de Caracas para comenzar a entender el infierno que viven todos y cada los pueblos y ciudades del interior del país. Digo salir de Caracas, porque aunque sé que la capital del país vive también las calamidades diarias que trajo el socialismo a Venezuela, ninguna se compara con el drama y el estado de destrucción que viven la totalidad de las regiones y no porque al régimen de Nicolás Maduro le importen más los caraqueños, simplemente Caracas se convirtió en una especie de gran búnker donde los cabecillas de la banda criminal llamada madurismo se han enconchado escapando a las sanciones y a la justicia internacional. Esto hace que algunas zonas de Caracas gocen, por retruque, de algunos servicios que para el común de mortales del interior del país son sencillamente un privilegio.
No hay nada que escriba en este artículo que se acerque a describir con exactitud lo que han traducido la vida de millones de venezolanos en la actualidad. Solo quienes tienen la oportunidad de leerme desde Venezuela lo saben, los demás solo podemos imaginarlo y déjenme decirle que frente a el poder arrasador del chavismo, hasta la imaginación tienen sus límites. Cuando la gente dice que Venezuela retrocedió en el tiempo no se trata en modo alguno de una exageración, en lo que habríamos que ponernos de acuerdo es a qué tiempos. Hay quienes dicen que al siglo XIX, personalmente no estoy de acuerdo, yo hablaría que estamos más cerca de los tiempos de las cavernas. El atraso y la ruina de una nación que hace dos décadas figuraba entre las más prósperas de la región solo puede compararse con las épocas de mayor atraso de la humanidad.
Hoy no hablamos ni siquiera de seguridad, salarios justos y políticas públicas adecuadas. Las exigencias del venezolano común se trasladaron a lo más elemental, como elemental se ha hecho la vida en socialismo. Se lucha para sobrevivir, para no enloquecer en un país que agota no solo físicamente, sino mentalmente. La gente hoy clama por agua, por comida, por gas, por energía eléctrica, por gasolina. Esas son nuestras exigencias como sociedad hoy, en otras latitudes lo son las paridad de género o la protección del ambiente, aquí ocurren derrames de petróleo prácticamente todas los meses y la mayoría ni se entera, la tarea diaria es sobrevivir y esa tarea se hace cada vez más difícil.
Al ver las protestas en las regiones no me pregunto por qué protesta la gente, me pregunto por qué no lo habían hecho antes, teniendo claro que el costo de protestar se paga en Venezuela con la vida, pero entiendo que no hacerlo también. Inmovilizarle es dejarse arrastrar por la ola destructora del chavismo, que no se detiene, que no tocará fondo más allá de poner fin a nuestra propia existencia como individuos, como nación, como país viable. Levantarse entonces no es solo una responsabilidad, sino una obligación de supervivencia, porque vivir resignados y con miedo es lo más alejado de lo que significa la vida.
@BrianFincheltub
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