La pandemia en Venezuela ha tenido varias etapas. A la primera la podemos llamar “pandemia propagandística”. En ella el régimen chavista se felicitaba a sí mismo por el “extraordinario manejo” de la contingencia sanitaria en el país, al tiempo que presentaba en televisión nacional las dramáticas imágenes de lo que se vivía en hospitales de Italia y España, para entonces colapsados por el alto número de pacientes y víctimas que dejaba a su paso el coronavirus. Llegaron incluso más lejos, transmitieron, para asombro de sus colegas venezolanos, testimonios de indignación y frustración de médicos españoles e italianos en cadena de radio y televisión, mientras que el ministro de la sonrisa congelada decía disfrazado con bata blanca: “Gracias a Dios en Venezuela existe la revolución bolivariana”.
El régimen habló de miles de camas de hospitalización, de hospitales centinelas habilitados y totalmente equipados, aseguraron que Venezuela lideraba el número de pruebas realizadas en la región y hasta le ofrecieron equipos de despistaje a Colombia en donación y no precisamente en un acto de solidaridad, sino del extremo cinismo del cual siempre hace alarde el dictador. Prometieron recibir con los brazos abiertos a los venezolanos que sufrían los embates de la pandemia en tierras extrajeras adonde, por cierto, tuvieron que escapar precisamente por culpa del chavismo.
A la segunda etapa la llamo “pandemia importada”. La dictadura adoptó el discurso clásico del enemigo extranjero, esta vez para culpar a los gobiernos de Colombia y Brasil del repunte de casos en Venezuela. Aunque el virus en realidad es chino, en VTV se hablaba del “virus colombiano”. En esta etapa los venezolanos que retornan al país también pagaron los platos rotos. De “bienvenidos a casa” se pasó en cuestión de días a calificarlos de “armas bioterroristas” cuyo único objetivo es “derrocar” al régimen chavista. No hay parangón en el mundo que iguale tamaña bajeza, no hay manera de describir tanto desprecio hacia un pueblo. La dictadura chavista odia a todos los venezolanos por igual, pero a los migrantes los odia con saña. Los expulsa del país y cuando regresan los criminaliza, los encierra en especie de campos de concentración, aislados, sin poder denunciar. Los venezolanos dentro de Venezuela no tienen la suerte que tuvieron los médicos españoles e italianos cuyas denuncias utilizó VTV para intentar decirnos “miren lo que es capitalismo, qué dichosos somos de vivir en socialismo”.
La etapa que estamos viviendo ahora la podemos llamar “pandemia electoral”. El número de casos aumenta de manera exponencial, tal como alertó la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, a cuyos miembros la dictadura amenazó con cárcel. Lo paradójico es que mientras la situación se agudiza, el régimen, en lugar de preocuparse por proteger a los venezolanos, aunque sea con el objetivo de protegerse ellos mismos, andan en enrumbados en unas supuestas elecciones que de entrada carecerán de toda legitimidad internacional, pero que quieren hacer a troche y moche.
Lo extraño es que dicen que no hay dinero para los hospitales producto de las sanciones, pero se gastarán una millonada es una crónica de un fraude anunciado. Dicen que la historia es cíclica y hay mucho de verdad, en 1999 aprobaron una Constitución en medio de la mayor tragedia natural que había vivido el país hasta el momento, ahora, veinte años después, pretenden “ganar” la Asamblea Nacional en medio de la tragedia país en la que ellos han convertido a Venezuela, hoy también sumergida en una pandemia. Sin duda, la historia se repite, parece que el chavismo terminará como comenzó.
@Brianfincheltub
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