Apóyanos

I May Destroy You y la nueva mirada al sexo en la era #MeToo

    • X
    • Facebook
    • Whatsapp
    • Telegram
    • Linkedin
    • Email
  • X
  • Facebook
  • Whatsapp
  • Telegram
  • Linkedin
  • Email

La interpretación sobre el consentimiento, el sexo y la noción de la agresión sexual cambiaron para siempre luego de la repercusión cultural del movimiento #MeToo y quizás, la serie I May Destroy You de HBO y protagonizada por el ícono de la lucha por visibilizar la agresión sexual Michaela Coel sea el reflejo más claro de esa definitiva transformación. Con su aire desenfadado, provocador, pero sobre todo su mirada compasiva acerca de la víctima y el contexto que le rodea, la nueva producción del canal por cable parece dispuesta a convertirse en un símbolo de la nueva sensibilidad contemporánea sobre la agresión sexual.

Las primeras escenas de la nueva serie de HBO dejan claro que Arabella lo tiene todo. Desde una feliz relación con un hombre que la ama, un grupo de amigos afectuosos y una floreciente carrera como escritora, hasta una completa y saludable independencia sexual. Todo lo anterior, bajo el brillante sol de Italia y la sensación juguetona de que esta joven mujer de cabello color rosa es el símbolo de un nuevo tipo de prosperidad y libertad muy acorde con la versión contemporánea sobre el éxito. El guion de la serie  – escrito por Coel, que también coproduce el show –  está muy interesado en dejar claro que esta mujer fuerte, independiente y feliz, tiene un futuro radiante por delante. O al menos, uno que deberá afrontar desde ese optimismo pragmático de una generación que asume su identidad a partir de sus logros intangibles.

Por supuesto, se trata de una premisa conocida, con un golpe de efecto previsible: muy pronto, Coel se encuentra en la dolorosa posición de cuestionar no solo las decisiones que toma sobre su cuerpo, sino también la manera en que una tragedia invisible puede devastar lugares de su mente, que hasta ahora le habían resultado desconocidas. A medida que avanza la historia, la mujer fuerte y firme a la que Coel brinda rostro, se encontrará frente a un hecho que la supera. Una ruptura inevitable, angustiosa y definitiva que la arrojará a las sombras de lo que hasta entonces fue su modo de comprender su historia. Sobrepasada por la violencia que no recuerda, pero que de una u otra forma dejó cicatrices indelebles en su vida, Arabella deberá comenzar a recorrer un durísimo trayecto hacia la posibilidad de curar una profunda herida, que amenaza con destruir todos los elementos que sostienen su vida y esperanzas.

La violación y el consentimiento son temas frecuentes en la televisión actual y de hecho, la propuesta de Coel no intenta agregar nada novedoso a la idea sobre un tipo de violencia difícil de explicar y mucho menos de mostrar. No obstante, la guionista toma la acertada decisión de construir un recorrido incómodo por la pérdida del control y los dolores inclasificables que las víctimas deben afrontar, en medio de una percepción sobre la violencia sexual que aun está sujeta al cuestionamiento inevitable sobre la conducta y la moral. Arabella es una mujer que dejó de reconocerse y más allá de eso, transita por un territorio hostil en el que su cuerpo y su mente son espacios sometidos al miedo. Los delicados matices sobre el miedo que Coel incorpora a la narración, no solo sostienen un diálogo fluido y audaz sobre la cuestión del consentimiento, sino que ponen en tela de juicio la forma en que la víctima puede comprender o juzgar la agresión que sufrió.

I May Destroy You transcurre en la cosmopolita Londres, pero podría ocurrir en cualquier lugar del mundo. Para Coel, lo realmente importante de la trama es la forma en que Arabella debe lidiar con el peso cultural de la culpa, una herida que además hace más duro el trayecto hacia comprender a cabalidad lo que ha vivido. Frente a un plato de comida que le lleva esfuerzos terminar, con una herida que no puede explicar, intenta responder las preguntas de una de sus amigas y de pronto, es notorio que el personaje se enfrenta a la irrealidad de un suceso que le sobrepasa, le golpea y le deja sin las armas para sostener una percepción sobre el peligro, el dolor y la amenaza. La cámara sigue al personaje a través de la ciudad y la imagen parece moverse de un lado a otro, hacerse incómoda, angustiosa. Un vértigo inquietante que Arabella no logra superar, aturdida y sin fuerzas.

Michaela Coel crea una versión sobre la violencia sexual, el consentimiento y la supervivencia de la víctima, que se aleja de los estereotipos habituales. Y lo hace, porque Arabella no es solo una mujer que sufre, sino una que descubre que los límites del miedo son mucho más borrosos y temibles de lo que jamás imaginó. Con pequeñas escenas coloridas, llenas de una vitalidad casi abrumadora, el personaje comienza un recorrido imprevisible hacia la concepción de la violación  – o la posibilidad de una– mucho más profunda de la que pudo haber supuesto, algo que el argumento deja claro casi de inmediato. Y es el hecho de perder el control sobre un punto de enorme importancia en su vida, lo que convierte a la agresión en una herida sobre otra y también, en una mirada nueva acerca de la naturaleza del abuso y la sexualidad.

La serie no se atiene a medias tintas: franca, frontal y directa, recorre todos las regiones que Arabella debe atravesar para asumir el sufrimiento y el desamparo de la violencia, como una parte de su vida. Pero no le será sencillo: el personaje no sermonea ni moraliza, sino que muestra en toda su descarnada crudeza, el peso irremediable de la violencia como una circunstancia imposible de comprender de manera sencilla. Arabella trata de continuar su vida cotidiana, de sobrellevar el peso de lo que se oculta en algún lugar de su mente, pero no lo logra y a medida que los capítulos transcurren, es evidente que antes o después, perderá el impulso casi desesperado por olvidar  –¿o recordar?–  e incluso, aceptar lo que ha ocurrido.

Por supuesto, como ícono del movimiento #MeToo, Coel sabe ordenar las piezas de información con la suficiente inteligencia como para que sea la víctima y no la agresión como hecho el centro de la acción. Y mientras otras series intentan mostrar las agresiones sexuales desde un punto de vista poco sutil e incluso, doloroso, I May Destroy You toma la acertada decisión de no mirar a otra cosa que al que la sufre. Arabella se desmorona poco a poco y a medida que el sufrimiento le sobrepasa, la serie se hace cada vez más consciente de ese peso argumental. Luego de años de historias que asumieron la violencia sexual como un elemento para recrudecer giros de guion y alimentar de forma venenosa a personajes, I May Destroy You tiene la libertad de mostrar a la víctima y su circunstancia desde la intimidad del trauma, de incorporar piezas de información cuidadosa que hacen más sentido, evidente y angustiosa la sensación de pérdida, de miedo y búsqueda de respuestas.

La lenta transformación del personaje también se muestra a través de un acertadísimo apartado visual, que acentúa esa percepción de recorrido vital de enorme complejidad y belleza, que el guion analiza desde la paleta sobresaturada de colores, cambia y se transforma en algo más elaborado, se hace más rica y complicada. La cámara nunca deja de moverse y mientras en Euphoria, la sensación errante y onírica de la realidad supuso una ruptura narrativa, en I May Destroy You es una búsqueda de significado, de peso y consciencia que se hace cada vez más elaborada. Hay una sofisticada belleza en los primeros planos que siguen el rostro tenso y triste de Coel, la forma en que el personaje evade una explicación sencilla y se vuelve algo más que un símbolo del dolor. Una y otra vez, el argumento remonta con inteligencia los clichés, los debates innecesarios, para concentrarse en forma directa en su personaje central, como motor e impulso de algo más elaborado. Quizás el mayor logro inmediato de I May Destroy You sea cómo el argumento se enfoca con inteligencia en la forma en que su protagonista, maneja la esperanza y miedo. También, hay una sutil evolución sobre la percepción del romance, la sexualidad femenina y la búsqueda del placer de la mujer, todo bajo el complicado empaque de una mirada hacia una idea novedosa vinculada con el poder sobre el cuerpo y la capacidad para decidir.

Arabella deberá enfrentarse a la naturaleza de la agresión sexual y no solo como una experiencia traumática, sino a partir de la forma en que cambia su vida para siempre. Coel establece así paralelismos inevitables con su propia vida: en 2018, la escritora reveló durante el Festival Internacional de Televisión de Edimburgo que fue agredida sexualmente mientras escribía su ya conocida serie Chewing Gum y puntualizó que la experiencia fue un “cambio de vida”. Lo mismo podría decirse ocurre con Arabella, que debe luchar contra la tragedia íntima que le sacude con la percepción simple que no tiene otro remedio. Y es quizás esa sinceridad casi ingenua lo que hace de su personaje –y su historia–  una propuesta formidable sobre un tema del que aún queda mucho por explorarse.

El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!

Apoya a El Nacional