El coronavirus se expande por todo el planeta y la Organización Mundial de la Salud ha elevado el nivel de alerta frente a lo que amenaza con convertirse en una pandemia. Si las consecuencias de esta enfermedad han sido considerables en países con un nivel de vida relativamente alto como Corea del Sur, Japón o Italia, no quiero ni imaginar lo que su llegada pudiera causar en Venezuela, azotada desde hace veinte años por una pandemia de la cual la humanidad parecía haberse librado tras la caída del Muro de Berlín: la pandemia socialista.
El socialismo tiene una carga viral más peligrosa que el coronavirus. Arrasa con todo y solo deja a su paso destrucción y miseria. Profundiza las diferencias que una vez dijo iba a desaparecer, haciendo de la clase gobernante una élite llena de privilegios cada vez más alejada de la realidad. El socialismo es un salto al pasado, no porque nos reconcilie de manera melancólica con el ayer, sino porque nos condena al atraso. El tiempo continúa su transcurrir afuera, pero adentro, donde el socialismo se ha enquistado no solo todo se detiene, se vive lo peor de la historia.
Los síntomas son siempre los mismos. Una población cansada del presente comienza a mostrar señales claras de odio y resentimiento, sentimientos que se ven acrecentados cada vez más por el poderoso virus. Quizás algunos me digan que me quedé corto en la calificación, que más que un virus al cual en la mayoría de los casos es posible combatir con antivirales, estamos frente a un cáncer y no cualquiera, uno en su etapa de metástasis.
La Venezuela que hoy pudiera recibir una nueva pandemia convive con enfermedades erradicadas el siglo pasado. El venezolano promedio que no puede comprar en bodegones deberá responder a los ataques a su sistema inmunitario con una dieta calórica que está lejos de llenar los estándares más elementales de nutrición. Si esto no fuese suficiente, aquí no es que escasean las mascarillas porque hubo una ola de compras nerviosas como pasó en Corea del Sur, sino que ni alcohol se consigue en los hospitales y nada más entrar a una sala de emergencia de cualquier hospital venezolano da ganas de morirse.
Frente a este panorama no queda más que rezar, porque si nos toca confiar en las recomendaciones de “urgencia” de algunos personeros de la dictadura, que entre otras cosas le piden a la gente tomar té de malojillo contra el coronavirus, tendríamos que preocuparnos y mucho.
@Brianfincheltub
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