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Alirio Ugarte Pelayo, ¿qué hiciste?

Serie “Encuentro semanal con los garabatos de mi archivo” por Antonio García Ponce. Décimotercera entrega: “Alirio Ugarte Pelayo, ¿qué hiciste?”

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Lucidez, talento, ingenio. Esas fueron las cualidades de quien fue político, poeta, dirigente. Por sus venas corría sangre de respetables familias larenses: el padre, José Rafael Gabaldón, y la madre, Romelia Tamayo Anzola. La pareja no se había casado, porque el general, de 41 años, tenía ya de esposa a María Teresa Márquez; y Romelia, tocuyana, viuda del boconense Tito Livio Landi, ya estaba por casarse con Francisco Calderón.

Alirio nació en 1923, en Anzoátegui, un pueblo de la montaña larense.

Cuando tenía 13 años, Alirio recibió de su padre el ofrecimiento de identificarse con el apellido Gabaldón. Alirio no aceptó, porque consideraba como sus verdaderos padres a una distinguida pareja de Guanare, Luis Horacio Ugarte y Hercilia Pelayo de Ugarte, que al poco de nacer lo alimentaron y acogieron en su hogar, por lo que seguiría firmando Alirio Ugarte Pelayo. Como hijo adoptivo, no tenía problemas en mantener siempre su amistad con sus hermanos Gabaldón Márquez.

Alirio se destaca como buen estudiante, se gradúa de abogado en la UCV. Durante la presidencia de Isaías Medina Angarita se inscribe en el partido oficial, PDV. Es electo concejal por la parroquia Altagracia de Caracas. A raíz del derrocamiento del presidente Rómulo Gallegos, ocupa su primer cargo público de importancia: Director de Política del Ministerio de Relaciones Interiores. Es la ocasión en que yo pude conocerlo de cerca, cuando Humberto Rojas, el Jefe de Información del diario Tribuna Popular, me designa para asistir a la Cárcel Modelo formando parte de un grupo de periodistas para que constatásemos con nuestros propios ojos el estado de salud de la plana mayor del gobierno derrocado, y vieran cómo era de falsa la noticia de un infarto de miocardio por el que agonizaba Valmore Rodríguez. Tieso, con respuestas precisas, aunque varias se salían por la tangente, Alirio Ugarte aguantó el chaparrón de insultos y ataques de los ahora prisioneros del régimen militar.

Luego, pasa a ser gobernador del estado Monagas. Por discrepancias con la Junta de Gobierno presidida por Germán Suárez Flamerich, renuncia y pasa varios años en Europa, con su esposa Caridad Sperandío y sus hijos. Regresa al país siendo todavía presidente el general Marcos Pérez Jiménez, pero no hace política. Después del 23 de enero de 1958 es nombrado secretario privado, con rango de ministro, del presidente de la Junta de Gobierno, Wolfgang Larrazábal. Ingresa, entonces, en el partido URD. Es su representante en el Consejo Supremo Electoral, preside la Cámara de Diputados, lo nombran embajador de Venezuela en México y recibe el cargo de subsecretario general de URD.

Llegamos al día 19 de mayo de 1966. Hora: 11:05 de la mañana. Alirio había convocado a todos los medios de comunicación para una rueda de prensa en su casa, quinta Claudalí, calle Los Cedros de la urbanización Los Chorros, de Caracas. Estaba en el centro de una intensa polémica que había conducido a su expulsión de las filas del partido URD, liderizado por Jóvito Villalba, e iba a anunciar la constitución de un nuevo partido, el Movimiento Democrático Independiente (MDI).

Desde hacía más de un año, y luego de encargarse, en su condición de Sub Secretario General, de la Secretaría General de URD durante un viaje de varios meses de Jóvito por Europa, corría la voz de que Alirio había formado una corriente interna fraccionalista, a la que se denominó el “alirismo”, cuya plataforma consistía en dos puntos esenciales: 1) la salida de URD del Gobierno de Ancha Base del presidente Raúl Leoni; y 2) la candidatura presidencial de Alirio para las elecciones de 1968. La soterrada pugna interna estalló el 30 de abril de 1966 cuando el mismo Villalba, en una reunión extraordinaria del Directorio del partido, acusó a Alirio de actividades fraccionales y divisionistas, con el aderezo del acostumbrado racimo de epítetos que suelen aflorar en las pugnas mellizales de los partidos. La proposición de expulsión inmediata fue aprobada por una mayoría de 16 dirigentes contra 12. Entre estos 12 votos en contra figuraron Raimundo Verde Rojas, Vicente Piñate, Orlando Tovar, Agelvis Prato, Jesús Yerena, entre otros. De inmediato, Alirio reúne a sus amigos y decide constituir el nuevo movimiento. Para anunciar públicamente su decisión, convoca a los periodistas a su casa.

“―¿Ya llegaron todos los amigos periodistas?

―Casi todos. ¿Por qué no empezamos, doctor?

―Esperen un segundo, tengo que hacer una llamada”.

Alirio Ugarte Pelayo abandona la sala llena de reporteros, fotógrafos, cámaras y luces de televisión, y se encierra en la biblioteca, al lado.

Pasaron unos segundos. Nadie de los allí reunidos prestó atención a un sordo ruido que provino de la biblioteca, pero uno de los hijos, Luis Horacio, a quien le decían “Usito”, quiso hablar con su padre, y como la puerta de la biblioteca estaba cerrada, se asomó por el ventanal que daba al jardín. Vio a alguien tirado en el suelo y llamó a gritos a los presentes. Era Alirio que agonizaba. Había sacado de una de las gavetas del escritorio un revólver Smith & Wetson 38 cañón corto, tomó asiento en su mecedora acostumbrada y se pegó un tiro en la sien.

Lo trasladan a la clínica El Ávila, en Altamira. Fueron inútiles los esfuerzos realizados por los médicos: el herido falleció a las 12:28 del mediodía. Por supuesto, la prensa allí congregada dio la noticia al instante: Alirio Ugarte Pelayo se había suicidado.

Pero, hay quienes no lo creyeron así. Bhilla Torres de Molina Franco, del entorno cercano de Alirio y periodista de larga trayectoria, escribió pronto un libro titulado Alirio, donde recoge con amplitud la versión según la cual al dirigente político lo mataron, y suministra en su apoyo los siguientes argumentos: 1) días antes, corrieron varias “bolas” acerca de la posibilidad de un atentado en contra suya. Carlos Savelli Maldonado lo aseguraba; unos amigos recibieron en Playa Azul la noticia de que a Alirio lo habían envenenado con unas pastillas; 2) la casa de Alirio era como una pecera de cristal, fácil para la comisión de cualquier atentado, un disparo lanzado desde la calle, o la infiltración de un intruso; 3) la versión del suicidio cobró fuerza ante el temor de que corriera un baño de sangre por el asesinato de un líder democrático, tal como ocurrió en Bogotá cuando mataron a Jorge Eliécer Gaitán; 4) Alirio tenía enemigos encarnizados que lograron “cercar a su víctima y lo conducen por desesperación al suicidio, o a la posibilidad de que otra mano criminal” lo matara (p. 255).

Un detalle de probidad en aquel drama:

Sus padres carnales, en un gesto de acercamiento, asistieron a su entierro.

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