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Trump/Guaidó – Ganar/Ganar

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Esta columna no suele abordar un mismo asunto en varias entregas pero resulta que el viaje de Guaidó por Colombia, Europa, Canadá y Estados Unidos ha venido teniendo giros y desenlaces que resultaban insospechados el primer día del periplo. Por eso nuestra insistencia sobre el  mismo tema. Ahora que la gira toca a su final esperamos que no haya ocasión sino para un retorno lo menos traumático posible y la  posterior evaluación desapasionada de los resultados.

Ya ha sido suficientemente comentado el éxito  que significa que el presidente (e) haya tenido reuniones y contactos con los personajes más importantes de Europa. Queda por analizar el impacto que pueda tener el paso por todo lo alto en Estados Unidos (Miami y Washington).  Si en un principio pudimos sospechar que el viaje se iba desarrollando como la recordada telenovela Por estas calles (“como vaya viniendo vamos viendo”), creemos que tal juicio merece una rectificación toda vez que una seguidilla de reuniones con figuras determinantes del quehacer político mundial seguramente deben haber ameritado una planificación que –pudiendo haber sido veloz­­– se organizó y realizó con precisión de relojería.

Quienes el pasado sábado estuvimos en Miami a la espera de que se cuadrara una reunión con el presidente Trump vivimos una desilusión al comprobar que el mandatario norteamericano prefirió jugar golf en su complejo  Mar-a-Lago y no reunirse con Guaidó. Quienes no tuvimos participación alguna en los aspectos de organización y agenda estábamos lejos de saber que apenas dos días después nuestro personaje sería alojado en la residencia oficial para jefes de Estado que visitan Washington (Blair House) y que de allí saldría nada menos que para la Casa Blanca en caravana protocolar para ser recibido con muestra de afecto personal en la mismísima puerta por el anfitrión para seguir a una reunión de trabajo de 45 minutos en la Oficina Oval.

No debemos dejar de lado el hecho de que ese mismo día Trump afrontaba el voto decisivo en el Senado que terminaría absolviéndolo del “impeachment” cuya acusación promovió la Cámara de Representantes. Es posible que en los días por venir trasciendan los temas abordados en un encuentro que, dada su duración, no debió haber sido solamente social o para lograr la fotografía que ni Chávez ni Maduro nunca consiguieron.

Si lo anterior no hubiese sido la guinda de la torta, aún quedaba el homenaje que Guaidó recibió el día de la presentación presidencial de la cuenta anual al Congreso (State of the Union) desde la galería del hemiciclo con el cerrado y prolongado aplauso brindado de pie por los legisladores tanto demócratas como republicanos cuando Trump lo saludó refiriéndose a él como el “legítimo presidente de Venezuela”. La sencillez y modestia del hijo de La Guaira conmovió a todos quienes presenciamos el evento desde nuestros televisores.

Pero aún quedaba la “ñapa”, siendo esta la visita oficial a la señora Pelosi (presidente de la Cámara de Representantes), el  Banco Interamericano de Desarrollo, el secretario general Almagro y el Consejo Permanente de la OEA.

Habrá quienes evalúen estos eventos como una entrega a la protección “imperial”. Poco sólido luce ese argumento frente a la impúdica incorporación del embajador de Cuba al Consejo de Ministros del usurpador Maduro. Habrá quienes piensen que no es suficiente con amapuches y declaraciones. A quienes así crean les invitamos a reflexionar qué otra nación ha aplicado presión equivalente sobre la dictadura que nos oprime.

Claro está que todo esto no es gratis sino una muy buena operación

“ganar-ganar” en la que Guaidó logra el reconocimiento más amplio de parte de la mayor potencia del planeta y Trump cosecha la simpatía del voto latino –y especialmente de los venezolano-americanos de Florida –cuyo peso electoral excede ampliamente el margen que se precisa para ganar dicho estado cuyo número de electores ha sido definitorio en los dos últimos procesos presidenciales.

Nos alegramos de este balance. Esperamos que sirva como segundo aire en favor del esfuerzo por recuperar la democracia y –por sobre todo– aspiramos a que la “oposición” y la “oposición de la oposición” depongan sus egoísmos para que todos empujemos el barco en una sola y misma dirección.

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