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La vieja escuela y la escuela moderna

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“La pregunta es: ‘¿hay alguien ahí’?” (Alfonso Guerra)

Lo que menos satisface a un profesor es oír que sus ideas están desfasadas y que su manera de enseñar resulta obsoleta. El caso es que quienes seguimos muchas ideas de la vieja escuela no nos gusta oír eso ni tampoco admitimos de buena gana la sentencia de que no se puede educar en pleno siglo XXI como se hacía en el siglo XIX por el hecho de ser partidarios del uso de la tiza, la pizarra y el libro, cuando no rechazamos ni las nuevas tecnologías ni las plataformas digitales.

La tendencia moderna en Educación consiste en lograr la felicidad del alumnado a toda costa alejando de los alumnos el sacrificio y el esfuerzo. Esta generación de pupilos podría crecer con la convicción de que la escuela es un lugar de recreo, el sitio ideal para jugar y ser feliz. Una de las consignas de hoy volvería a ser vamos a “aprender jugando”. Mucho me temo que la educación del siglo XXI conduzca a los alumnos a ver solo una cara de la moneda. Y siempre la misma.

La charla del maestro, Profesor y Doctor en Ciencias de la Educación, José Antonio Fernández Bravo, enmarcada en el Ciclo de Conferencias sobre Educación “Aprendemos juntos” (BBVA, El País) recogida en una grabación de vídeo me obligaba a cuestionarme una vez más el papel de profesor. El profesor titula su disertación “Todo lo que me enseñaron los niños” y a lo largo de aproximadamente 7 minutos cuenta anécdotas curiosas de las aportaciones de los niños en su clase. Con acierto, Fernández Bravo, aplica una metodología mayéutica gracias a la cual las preguntas del maestro ayudan al alumno a preguntarse a su vez a sí mismo y descubrir una respuesta o una verdad.

El maestro relata cómo al llegar a clase después de haber preparado la lección lanzaba preguntas a los niños esperando obtener una respuesta más o menos dirigida. El resultado fue que los pupilos no decían lo que el maestro esperaba oír. Hay respuestas ingeniosas. Por ejemplo, cuando quiere explicar el concepto de “estar entre un sitio y otro” o dicho de otro modo “estar en el medio” queriendo aclararlo dice “estoy entre las cortinas y entre la pizarra” … Pero le sale mal y prueba a poner una papelera, un balón y otros objetos colocándose él mismo entre la papelera y el balón. Y pregunta: “¿dónde estoy yo?”. Uno dice: “en el suelo”. Vuelve a preguntar: “pero, ¿dónde estoy?” y otro añade: “con nosotros”. Tras la insistencia del maestro: “sí, estoy en el suelo, pero, ¿dónde estoy?”, uno de los alumnos le suelta: “con Dios”.

La enseñanza centrada en el alumno no es algo nuevo, sí lo son las nuevas tecnologías o la idea de los niños felices. El método de la mayéutica empleado por el maestro Fernández Bravo no pertenece a la escuela moderna del siglo XXI, ni siquiera al siglo pasado, ya que Sócrates hacía lo propio en el siglo IV a. de C. No hay que olvidar que la escuela es un lugar de instrucción en el que se imparte conocimiento y se inculca disciplina. A los alumnos se les educa a partir del esfuerzo y el sacrificio. La escuela y el aprendizaje nos rompen un poco por dentro. Esa es la esencia de la educación. El maestro aprende, por supuesto. El maestro aprende de sus alumnos, pero la idea principal es que sean los alumnos quienes aprenden de su maestro.

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