Suena un teléfono.
Y al otro lado aparece la voz de Leopoldo López, considerado uno de los «presos políticos» más destacados de América Latina.
Estamos en uno de los principales camarotes del Sueño de Medianoche (Midnight Dream), un barco de carga con bandera de Vanuatu (un país de Oceanía) que transporta diez contenedores con ayuda recogida en Puerto Rico para Venezuela.
Grupos en apoyo al proclamado «presidente encargado» del país suramericano, Juan Guaidó, y el gobierno puertorriqueño tratan de hacer llegar estos acopios a un puerto venezolano, abriendo así una especie de «canal» para que entren más productos de primera necesidad.
«Buscamos que se abra un corredor humanitario, que se rompa el celofán. Eso es lo que se está buscando», explica López por teléfono al pequeño grupo de prensa invitado al barco, BBC Mundo y la cadena estadounidense Telemundo.
Pero el destino del buque es incierto.
En medio de la creciente crisis política por la que atraviesa Venezuela desde que Juan Guaidó se proclamara en enero «presidente encargado» del país con el respaldo de unos 50 países, Nicolás Maduro considera este tipo de ayuda un «regalo podrido» y un «show de la oposición» para forzarle a dejar el poder.
Respaldado por las fuerzas armadas, Maduro cerró parcialmente la frontera marítima de Venezuela y este jueves ordenó el cierre de la frontera con Brasil para que la ayuda internacional no entre. Y en general, ha surtido efecto.
Ahora la oposición liderada por Guaidó trata de aumentar la presión, con una fecha clave en mente: el 23 de febrero, cuando intentarán hacer llegar los cargamentos de asistencia por varias vías al mismo tiempo.
Y ahí es donde entra en juego el Sueño de Medianoche, cuyo viaje no está exento de vaivenes.
Ilusión y nervios
Si no fuera por las pegatinas que señalan Puerto Rico Aid for Venezuelan (Ayuda de Puerto Rico para Venezuela) o las múltiples banderas que luce el barco (oficialmente la de Vanuatu, pero también de Venezuela, Puerto Rico y Estados Unidos), el Sueño de Medianoche pasaría por un carguero cualquiera.
Su tripulación es internacional: capitán de Guyana y marineros de Honduras, Nicaragua, Georgia o Venezuela, que en su mayoría se muestran entusiasmados con la misión que les han encomendado.
«Quiero ayudar y ver a mi familia», cuenta con especial alegría Luis, el segundo oficial de cubierta, procedente del mismo puerto venezolano al que supuestamente llegará la ayuda recogida en Puerto Rico, un destino que BBC Mundo no puede revelar a petición de los organizadores.
En un clima de ilusión pero también de nerviosismo y por momentos de cierta tensión, hay detalles que los impulsores de esta iniciativa nos piden que no desvelemos por «seguridad».
Y para allá zarpamos.
Nadie se salva de la marejada.
El barco, de 90 metros de eslora, se balancea de un lado a otro mientras la lluvia que ha comenzado a caer y el viento sacuden a quien trata de fijar la vista en el horizonte en cubierta para escapar de los vómitos.
Otros intentan sortear las dificultades del mar recluyéndose en los cómodos camarotes, que incluyen una cama, escritorio y baños compartidos.
Pero ni siquiera algunos de los más avezados consiguen evitar ese incómodo malestar que tiene a casi todos en el barco totalmente ausentes durante horas.
No es el caso de Darío González, un hombre clave en el cometido del Sueño de Medianoche.
Él es coordinador de la ayuda marítima y cuenta que fue escogido para esta empresa por sus conocimientos de navegación.
«Estoy aquí por una iniciativa propia, porque soy amante del mar, amante de mi país», dice este venezolano ataviado con una gorra blanca con la bandera venezolana y siete estrellas, un símbolo de la oposición en Venezuela.
González considera urgente la llegada de estos y otros productos «de primera necesidad» a su país por la escasez que asegura ha provocado la crisis económica.
Muchos venezolanos tienen dificultades para adquirir alimentos o productos básicos debido a la hiperinflación y la pérdida de poder adquisitivo.
«Este barco va todo cargado de un trabajo que hicieron los venezolanos que viven en Puerto Rico. Todo el pueblo de Puerto Rico apoyó esa iniciativa y llegaron a recoger esa cantidad de insumos», explica sobre la carga que transporta el Sueño de Medianoche, que cifra en 300 toneladas.
Los organizadores abren algunos contenedores para los periodistas que vamos a bordo. En ellos se pueden ver grandes cantidades de productos como papel higiénico, medicinas, alimentos o bebidas, envueltos en plásticos protectores o cajas de cartón.
De los tres contenedores a los que tuvo acceso BBC Mundo, alguno está a medio llenar.
González detalla que Puerto Rico fue quien consiguió el barco, las donaciones y todos los trámites para que esta ruta pudiera realizarse.
Un representante del gobierno de este territorio de Estados Unidos (que prefiere no ser identificado) confirma ese «importante rol» y asegura que se continuará apoyando estos esfuerzos «para solidarizarse con el pueblo venezolano».
De hecho, en el Sueño de Medianoche viaja un especialista en seguridad y gestor de emergencias estadounidense designado por el gobernador de Puerto Rico, Ricardo Roselló.
Su misión: salvaguardar la integridad de todas las personas a bordo y «hacer llegar la ayuda».
Pero, ¿cómo lograrán esto último?
Es una cuestión que no se detalla.
El proclamado «presidente encargado», Juan Guaidó, hizo un llamado a los militares para que le apoyen y dejen entrar la ayuda. Y desde la oposición esperan que esa sea una de las claves.
Bajo el hashtag «#SoldadoEscucha», instó personalmente a los militares esta semana a que respaldaran su causa pero de momento se desconoce qué pasará el día 23 (la fecha del «ultimátum» de Guaidó) o en el momento de la llegada del barco con la ayuda puertorriqueña a aguas venezolanas.
«Hay toda una esperanza en nuestro país, hay una nueva era en Venezuela,nos llegó el momento, así como no nos había llegado en tanto tiempo; llegó el momento de que la ayuda humanitaria sea recibida», enfatiza el coordinador de la iniciativa.
En sus declaraciones, se nota su preocupación por lo que pueda pasar (o pasarle), pero no deja entrever ningún atisbo de duda en que conseguirán su objetivo.
Esa seguridad en el éxito del viaje se repite por todo el barco. Incluso entre aquellos que llegaron aquí por casualidad.
«Es una aventura», dice el marinero de cubierta Juan Medardo, un hondureño que resalta sus ganas de conocer otro puerto, esta vez, en Venezuela.
El plan B
Tras insistentes preguntas sobre la posibilidad de que el barco no pueda acceder a aguas venezolanas, los organizadores reconocen que se podría dar la situación de que tuvieran que echar marcha atrás.
«Si a nosotros nos agreden, amenazan (…) nos hacen muy difícil entrar a las aguas venezolanas, tendríamos que devolvernos, pero sería muy frustrante. No tanto por nosotros, sino por nuestro país que lo está necesitando», considera González.
La mayoría a bordo ve muy lejana la posibilidad de que escale la violencia, incluso Leopoldo López.
«No veo ningún escenario bélico. El régimen está muy cauteloso en lo que se refiere a un escenario de represión», afirmó en la conversación telefónica que se mantuvo poco antes de zarpar.
«Ni nosotros ni las Fuerzas Armadas queremos un conflicto armado. El único que habla y amenaza con la confrontación violenta es Maduro. Pero sabemos que la inmensa mayoría de las Fuerzas Armadas no lo acompañan y también quieren cambios», añade en unas declaraciones posteriores a BBC Mundo.
Una fuente del barco asegura a BBC Mundo que un contacto militar en Venezuela (cuya información no pudo ser confirmada por este medio) le confirmó que el gobierno de Maduro envió dos patrulleras al encuentro del barco que traslada la ayuda.
Su instrucción es «hacer presencia cerca del buque e informarle que no puede entrar en aguas venezolanas».
Sin embargo, »no está autorizado el uso de la fuerza», sostiene esa misma fuente.
Cae la noche y queda un trayecto largo.
Los marineros ya avisan de que el viaje será duro por las condiciones del mar.
Y un encuentro con las patrulleras no lo pondría más fácil.
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