Lo ocurrido en Argentina demuestra que algunas expresiones muy utilizadas en el lenguaje de la lucha política no son muy exactas. Aquello de “no volverán” ha demostrado no ser aplicable ni en las tierras australes ni tampoco en la nuestra. Los peronistas –en este caso en su peor versión- han retornado a la Casa Rosada. Igualmente, aquella famosa frase “We will come back” pronunciada por el general Mc Arthur al abandonar Corregidor (Filipinas) en 1939 y por Rómulo Betancourt ante la derrota electoral de Acción Democrática ha demostrado ser históricamente válida. En política nada es definitivo.
Lo trágico del caso argentino es que en 2015 Macri ganó la elección fundado en la esperanza de componer el desastre que habían dejado los Kirchner luego de 12 años de gobierno. Para intentar enderezar el rumbo hubieron de tomarse medidas ciertamente fuertes, muchas correctas, otras tal vez equivocadas. El resultado no fue el mejor y la consecuencia es el retorno de la versión “progresista” del peronismo que se hace cargo de la conducción con una propuesta política que seguramente traerá consigo los mismos problemas que dentro de cuatro años algún otro candidato ofrecerá resolver.
Sin embargo, queda al menos un saldo positivo, tal como que un presidente no peronista pudo por primera vez finalizar su mandato dentro del plazo constitucional establecido y lo haya hecho por la misma puerta por la que entró en lugar de secuestrado por militares en un helicóptero desde la terraza de Palacio. También queda en evidencia el ejemplo de la alternancia pacífica y relativamente civilizada entre adversarios encarnizados que en su accionar han producido una enorme división (ellos llaman “grieta”) en la sociedad sureña.
El nuevo presidente Fernández, cualquiera sea el grado de “progresismo” que quiera ejercitar, deberá encarar problemas que son urgentes, importantes y no dependientes de orientaciones ideológicas. Argentina está en recesión, la intranquilidad social ha aumentado sensiblemente, existe una deuda externa que atender con fuerte pagos a corto plazo, las necesidades presupuestarias son evidentes y chocan con lo pactado con el Fondo Monetario Internacional –su mayor acreedor– que exige reducciones y superávit primario etc. Ya Argentina probó en carne propia lo que es el “default” y cuales son sus consecuencias. La tentación de volver a transitar ese camino, si existe, deberá ser muy bien meditada, pues sin reactivar un clima propicio para la inversión –especialmente extranjera– difícilmente se puedan obtener los recursos necesarios para llevar adelante cualquier programa de reactivación.
Como ejemplo se menciona la explotación y ampliación del megayacimiento petrolero y gasífero de Vaca Muerta, en la provincia de Neuquén, que debe liberar a Argentina de la dependencia energética y proveerla de gran cantidad de divisas por exportaciones. Se alimentan importantes perspectivas pero… ¿qué inversionista internacional va a aportar los recursos dentro de un clima de hostilidad ideológica difícilmente superable?
Se abre también una nueva batalla por el control del Poder Judicial. Ese cuadro parece repetirse como una constante en la política latinoamericana, en la que la experiencia demuestra que la etapa que sigue al abandono de la jefatura del Estado es la de ocuparse en la defensa de acusaciones verdaderas o falsas que más lucen como retaliación que como aplicación de la ley y la justicia.
Entretanto un pacto de entendimiento logrado con la dirigencia sindical seguramente tendrá vida hasta que los capitostes –casi siempre corruptos y mafiosos– comiencen a promover los famosos “piquetes” que los mismos peronistas inventaron como método de lucha.
Es probable que la agenda legislativa oficial pueda transitar un camino relativamente holgado dada la composición de las Cámaras del Congreso, pero ya se ha visto también que las leyes solo sirven en la medida en que se entronquen con las realidades.
La interrogante que más viene pesando desde que se conocieron los resultados electorales que dieron la victoria a la fórmula Alberto/Cristina es la de saber quién va a ser el que manda. Presidente resultó Alberto, pero la dueña de los votos es Cristina y la personalidad de esa señora no parece ser la apropiada para ocupar el lugar de segundona. Mientras eso se dirime no dejarán de haber tensiones que obviamente no contribuirán al clima que se requiere para progresar. Para muestra basta con ver los prontuarios de muchos de los nuevos ministros.
Muchas cosas quedan por comentar en este espacio que es limitado. Limitémonos a reflexionar sobre cómo lo de Argentina influirá en Venezuela. Lo primero que hay que contabilizar es la muy probable y pronta anulación del reconocimiento del gobierno de Guaidó y retiro de acreditación a su representación diplomática, restituyéndola por la de Maduro etc. Por cierto, el nuevo canciller argentino, Felipe Solá, hizo una interesante –y aparentemente razonable– presentación con los lineamientos que su país adoptará en materia de Política Exterior (https://www.as-coa.org/watchlisten/councilarg-2019-video-felipe-sol%C3%A1-sobre-la-posici%C3%B3n-de-argentina-en-latinoamerica)
Para aquellos que aún viven en la nube de una posible intervención militar dentro del marco del TIAR se les recomienda que se bajen de ella. No habían acabado los Estados miembros hacía tan solo una semana de convenir en Bogotá una lista de personas a las que se les prohíbe la entrada en los 18 países firmantes, cuando un connotado integrante de dicha lista –Jorge Rodriguez, ministro de Información de la usurpación– se hizo presente en la Casa Rosada de Buenos Aires, siendo recibido cordialmente y con abrazo por el presidente Fernández. ¿Será que en Argentina los tratados internacionales y sus obligaciones pierden vigencia cuando cambia el gobierno? Estamos esperando a ver si nuestro gobierno legítimo irá a hacer algún reclamo o si se tragará ese detalle.
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