Una marea de manifestantes marchó, cantó e hizo sonar cacerolas este domingo, al lado de artistas colombianos, en un demostración más del descontento popular que enfrenta el gobierno de Iván Duque desde el 21 de noviembre.
El centro y norte de Bogotá se transformaron en un auténtico escenario de protesta. Una multitud formada principalmente por jóvenes se activó de nuevo para desmentir señales de fatiga y exigir cambios al mandatario, esta vez con el apoyo de músicos e intérpretes locales.
«Las calles no se callan» se podía leer sobre el asfalto escrito con tiza. Desde temprano la gente se unió a la iniciativa «Un canto x Colombia», un concierto itinerante que incluyó tres tarimas fijas a lo largo de 7 kilómetros de la ciclovía dominical.
Custodiados de cerca por la policía, los manifestantes caminaron y corearon sus críticas a las políticas oficiales y contra el intento del gobierno de apaciguar las calles mediante diálogos que, después de tres semanas, no arrojan ningún acuerdo.
En algunos puntos se oyó fuerte el grito de «¡Fuera Duque!», aunque entrada la tarde la protesta transcurría sin incidentes.
«El gobierno ha sido indiferente, no nos quiere escuchar, no quiere sentarse a hablar, quiere imponer», reprochó Alejandra Obregón, una universitaria de 27 años de edad que representa al sector que exige mayor acceso a la educación pública.
“Nuestro despertar”
La protesta, que comenzó con una huelga sindical y estudiantil respaldada por indígenas, se transformó en una explosión del malestar que por décadas quedó contenido bajo el conflicto con la ya disuelta guerrilla FARC.
La firma de la paz con ese grupo dio paso, tres años después, a una inédita protesta social, de larga duración e intermitente intensidad, pero ya sin el estigma de la subversión.
Colombia se subió así al tren del descontento popular que partió de Ecuador, pasó por Chile -donde la protesta todavía arde- e hizo una parada en Bolivia, sin un denominador común, salvo la activa participación juvenil.
Aunque en su mayoría pacíficas, las protestas en Colombia ya registra 4 muertos, medio millar de heridos entre manifestantes y uniformados, y 204 detenidos.
La fuerza policial antidisturbios encendió los ánimos con la represión inicial y la muerte de un joven de 18 años de edad a manos de un uniformado que disparó munición con su escopeta calibre 12, según las investigaciones en curso.
La Fundación para la Libertad de Prensa ha denunciado la detención temporal de 19 reporteros.
En Colombia, uno de los países más desiguales del continente, donde los jóvenes sufren con mayor rigor el desempleo que golpea al 10% de la población, las personas claman contra la corrupción política, la violencia financiada por el narcotráfico y en favor de que se cumpla cabalmente lo pactado con los rebeldes, y se detenga el asesinato selectivo de indígenas, líderes sociales y ex guerrilleros.
«Hay muchas cosas por las que salir a protestar (…) Creo que nos demoramos mucho en brincar, en rebotarnos, ya otros países lo han hecho y con mucho más potencia. Este es nuestro despertar», señaló Andrés Reyes, profesor de 33 años de edad.
Sigue el diálogo
Con 15 meses en el poder y las encuestas en contra (7 de cada 10 colombianos rechazan su gestión), Duque no consigue contener la protesta.
En medio de las conversaciones con frentes sociales, anunció incentivos a empresas que contraten jóvenes, 3 días sin IVA (19%) al año y la devolución de ese impuesto a los más pobres.
Pero la movilización no cede y ya hace sentir su efecto en el comercio en la época del año de mayores ventas. Según el gobierno, las pérdidas rondan los 285 millones de dólares.
Los sindicatos han convocado a nuevas protestas hasta que el gobierno y el Congreso desistan, por lo menos, de una reforma tributaria que, según sus críticos, golpea a la clase media y recorta impuestos a las empresas con más capital.
Del lado de los manifestantes, el desafío es mantener activas las calles en plena temporada navideña.
«En Colombia no estamos acostumbrados a una protesta de más de una semana», señaló Cristian Forero, estudiante de maestría de 23 años de edad. Aunque confió en que lo ocurrido este domingo mantenga vivas las manifestaciones.
José María Hurtado, quien a los 64 años de edad y cacerola en mano se sumó a los jóvenes, también apostó por el «futuro de un movimiento tan masivo como nunca antes visto en Colombia».
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