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P. Q. C.

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“La leche es el agua vestida de novia” (Ramón Gómez de la Serna)

Sorprende la campaña publicitaria de una entidad bancaria que cubre con carteles naif de hombres y mujeres (vaya, perdóneme la rima). Como decía, llama la atención la alegre simplicidad de las imágenes que tranquilamente podría haber pintado un chaval de doce años. Los trazos son sencillos, los colores básicos y sin llegar a ser infantiles el resultado es claro: ahí hay un hombre, ahí se ve a una mujer. Y esto no es lo mejor, sino lo que acompaña a esos dibujos: un código de iniciales como T. E. P. que transcribe a continuación el artista: Te entiendo perfectamente.

Todo lo que se refiere a signos lingüísticos, lenguaje, idiomas, juegos de palabras, ambigüedad o literatura me enloquece. Donde escribo “me enloquece” debería haber escrito “me apasiona”. En fin, el caso es que vi uno de estos carteles en una calle del centro de la ciudad en la que vivo. Sigo caminando de vuelta a casa para comprobar que hay una fila de mensajes. Leo T. T. (Tenemos tiempo). Ya no puedo parar, otro cartel más y más iniciales.

Abrumado y distraído leo D. M. y me digo, esto ya pasa de castaño a oscuro. Aquí se buscan referencias cruzadas con el lenguaje universal y compacto de la red del pájaro azul. El publicista traduce D. M. –para un usuario de Twitter, inconfundible Direct Message (Mensaje Directo)– por Dime más. Entienda usted que esto es un descaro. Vamos, como para no conocer el significado oculto detrás de T. T. en Twitter.

Unos pasos más adelante mis ojos no dan crédito a lo que creen leer. Sí. Es lo que creo que pone -E. L. Q. C. Q. P. (para estudiantes avanzados).

En el colmo del atrevimiento leo literalmente P. C. Q. (Paga como quieras) y me hace gracia que una entidad económica proponga una opción de pago tan desenfadada. Si hubiesen equivocado el orden de una de las tres iniciales, el mensaje podría haber sido muy distinto

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