A estas alturas del mes, ya es indudable que abril de 2017 pasará a la historia. Aunque suene trillado, porque todo el mundo lo ha dicho, desde 1810 llegó una brisa cálida e inspiradora que hizo levantar la moral y el valor de todos los venezolanos. No ha habido rincón del país que no haya expresado su descontento de muchas maneras. Pero en ese panorama, de ese gran mapa de la maltratada Venezuela hay un rincón que brilla por su coraje, el oeste de Caracas.
Todavía está fresca en la memoria la protesta aguerrida de los gochos en San Cristóbal, o de los valerosos hijos de Carabobo, o de los temerarios indios guaiqueríes de Margarita o los valientes de San Félix. Cada rincón del país en estos últimos tres años se ha plantado para decirle a Maduro de alguna manera que no lo quiere. Algunos a gritos, otros lanzando huevos y piedras.
Pero el Oeste de Caracas ha sentido la opresión como ningún otro sector. Desde tiempos del innombrable fallecido se sembró la idea de que la gente de esas parroquias, del municipio Libertador, respondía a ciegas al mandato chavista. Han hecho cualquier cantidad de trampas para quedarse con los puestos de mando de los gobiernos locales; han repartido amenazas, amedentramientos, así como limosnas y bozales de arepa. Pero estos caraqueños lo que han sido es pacientes.
Sin embargo, en abril de 2017 decidieron decir “Ya basta”. El disgusto se ha venido generando como una gran bola de nieve que ahora se está llevando todo a su paso, incluso las tanquetas. Llegó el momento, la gente de El Paraíso, Las Fuentes, San Martín, La Vega, 23 de Enero se cansó de hacer interminables colas para comprar un pan o un paquete de arroz. La gente de la Candelaria, de San Bernardino, Antímano, Caricuao, se cansó de tener que esperar una bolsa de CLAP que no llega nunca y que cada vez está más cara.
Es por eso que el gobierno les tiene tanto miedo, y lo único que se les ocurre es cerrar todas las estaciones del Metro para que los caraqueños de esas zonas no vayan a protestar al este. Tienen tanto pavor, que tuvieron que difundir un video del presidente manejando por Montalbán en compañía de Jaua y El Aissami con cara de susto la noche del viernes para hacer ver que todo está “en paz”. No pudieron ni siquiera escoger una calle que no tuviera pintas contra Maduro en los muros. Hasta las paredes del oeste le gritan su disgusto.
Mención aparte merece la parroquia de El Valle. Casi nadie recuerda que en esas calles y veredas muchos de los que ahora engordan tranquilamente con las mieles del poder pasaron su juventud y hasta su infancia. Y sin embargo, y a pesar de los colectivos y los malandros, la gente libró el jueves una batalla campal.
Sencillamente, hasta el más paciente se harta. Y aunque es ahora cuando se escucha su voz más fuerte, hace mucho tiempo que el cansancio llegó al límite. Bravo por el Oeste.
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional