El confuso episodio del pasado día 30 de abril puede abordarse y analizarse tanto desde la perspectiva optimista: el vaso medio lleno o desde la pesimista: el vaso medio vacío. En todo caso –como todo en la Venezuela de hoy– sacar conclusiones y sugerir líneas de acción es harto difícil teniendo en cuenta la fluidez de los acontecimientos .
Lo cierto es que muchos venezolanos el martes temprano nos despertamos como testigos sorprendidos de un episodio que de momento sugería la casi segura caída del régimen usurpador. Ese mismo día en la noche nos fuimos a dormir con la sensación de que el episodio había terminado en una gran decepción al no lograr su objetivo. Bien podemos afirmar que ese round, lamentablemente, fue favorable a Maduro & Cía, igual como lo fue el desgraciado episodio del 23 de febrero cuando los usurpadores lograron impedir a sangre y fuego el ingreso de la ayuda humanitaria, alrededor del cual se había generado inusitada expectativa.
Sin embargo, igual que en el boxeo, la victoria se dilucida cuando culmina el número de rounds pactados para un combate o antes si alguno de los protagonistas queda tendido en la lona. No es eso lo ocurrido en esta movida semana. Ni Miraflores perdió ni tampoco Guaidó y quienes le acompañamos quedamos fuera de combate. Luce evidente que el usurpador y sus cómplices vienen recibiendo golpe tras golpe en todos los frentes y es igualmente claro que la oposición va conquistando espacios definitorios para el desenlace final.
La lógica nos hace suponer que la liberación de Leopoldo López y el encuentro en el distribuidor Altamira debió ser un episodio debida y anticipadamente planificado con suficientes garantías de éxito. La misma lógica nos permite deducir que en el curso de los eventos algunos de los que comprometieron su apoyo “arrugaron” a medida que los acontecimientos se iban desarrollando. Entretanto el abrazo Lopez-Guaidó era visto por millones de televidentes pese a la censura pero acompañado por un número reducido de personas como consecuencia del escepticismo reinante y el justificado temor a una represión y matazón indiscriminada que no demoró en convertirse en realidad ese día y el siguiente.
No obstante, es imposible negar que la fractura en el bloque cívico-militar que aún controla la administración del Estado ya ha comenzado como el goteo de una represa a punto de romperse. Para liberar a Leopoldo fue necesaria una concertación de voluntades en los más altos niveles de gobierno, tal como lo revela la instantánea destitución del funcionario de mayor jerarquía en el ámbito represivo (Sebin) y la muy demorada aparición pública de figuras centrales (Maduro, Padrino) en los medios de comunicación.
Va cobrando fuerza el rumor de que el dúo Maduro-Cabello protagoniza una sórdida disputa para dilucidar quién de los dos irá a pagar los platos rotos. En nuestra opinión lo único que se dirime es quién irá a ser hecho responsable primero. La observación de los respectivos comportamientos y hasta los lenguajes gestuales contribuyen a dar credibilidad a ese rumor.
La puesta en vigencia a partir del 2 de mayo de las más fuertes sanciones norteamericanas, más la decisión de un tribunal de ese país que confiere a Guaidó la legítima representación de Venezuela en una disputa judicial, más el endurecimiento de las restricciones a Cuba, sumado ello al cerco financiero y diplomático que ahoga a los usurpadores, permite suponer que el combate está próximo a su fin ya sea por knock-out o porque los representantes del mal arrojarán la toalla. Pareciera ser que esto último es lo que está en la mesa pendiente tan solo de la negociación en la que se decida quién rescata al casi ahogado.
No deja de ser interesante observar cómo el apoyo internacional se mantiene hasta el momento incólume. Sin embargo, es claro que a nivel de Grupo de Lima y otros escenarios diplomáticos la cosa se limita a inflamadas declaraciones de apoyo al rescate de la democracia venezolana, pero dejando muy en claro que no se pasará del plan verbal. Solo Mr. Trump dice que mantiene sobre la mesa la opción militar, lo cual debe preocupar bastante aun cuando tampoco se vea allí la voluntad clara de una intervención de ese tipo. Es evidente que si la cosa se ha puesto fea es por las sanciones económicas que en este siglo XXI parecen ser la más efectiva forma de intervencionismo y que Washington viene aplicando en los últimos tiempos con resultados definitivos aún por verse.
No nos atrevemos a hacer pronósticos en cuanto a fechas, pero sí creemos que ahora estamos llegando al llegadero. Pero cuidado!…. ese llegadero no es un destino de llegada sino el lugar de partida para el inicio de un camino que será difícil y seguramente plagado de acechanzas.
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