Lo que se vive hoy dentro de la dictadura venezolana no es diferente a lo que se ha vivido en la etapa final de todo régimen militar autocrático: el dictador no tiene en quién confiar. Es una etapa crítica en toda dictadura agonizante, el círculo íntimo del dictador se reduce cada vez más, desconfía hasta de su propia sombra, sus noches se hacen cada vez más largas, no prueba bocado sin que alguien lo haga antes que él, se levanta con pesadillas, imagina lo inevitable. Es el drama del cazador cazado, ese que persiguió, mató y bailó en sus momentos de fortaleza y que apenas logra dormir en la debilidad.
No es poca cosa, imagínense la angustia, el miedo y la incertidumbre para el dictador enterarse que sus tres hombres de mayor confianza negociaban a sus espaldas su cabeza. Para que tengan una idea, el jefe de Casa Militar, Iván Hernández Dala, es considerado como el militar de mayor “lealtad” por Nicolás Maduro. No debe sentirse muy tranquilo sabiendo que el hombre que vigila sus sueños estuvo en conversaciones con Estados Unidos, con el propio “imperio” pues. Ni hablar del golpe que debe haber significado para él enterarse que Vladimir Padrino, el que controla el monopolio de las armas de la República, también lo traicionó.
Es un dilema muy grande para el tirano, si inicia una purga interna le da la razón a sus enemigos. Pero si deja todo como está se expone a que le lleguen al precio a su entorno. Lo peor es que eso no es todo, se expone a que otros de sus enemigos internos, Diosdado Cabello, lo cerque y le imponga sus condiciones para un gobierno compartido. Quién sabe si es muy tarde y ya lo comenzó a hacer. No es de gratis que haya vuelto al Sebin uno de sus cuadros que tiempo atrás había sido destituido por participar nada más y nada menos que en un operativo irregular contra la caravana presidencial, hablamos de Gustavo González López.
El 30 de abril marca un punto de no retorno en el proceso de liberación de Venezuela, un acontecimiento que debe llenarnos aún más de fuerza y esperanza para seguir haciendo lo que nos corresponde como ciudadanos. Quedó demostrado que la Fuerza Armada Nacional es leal hasta que deja de serlo y que el profundo descontento en los cuarteles no es más que el reflejo país de la determinación de todo un pueblo de ser libres para siempre.
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