Centenares de venezolanos de distintas regiones y ocupaciones han encontrado en las zonas cafeteras de Colombia una oportunidad de empleo para sostener a sus familias y escapar de la crisis en su país.
Y es que ante la escasez de mano de obra colombiana para recolectar los granos de café, el sector se ha convertido en un nicho en el que los venezolanos, sin ser expertos, logran encajar en un «ganar ganar para las partes».
Uno de los destinos preferidos por los venezolanos que buscan la salida a la crisis humanitaria de su país es Risaralda, que junto con los departamentos de Caldas y Quindío, forman el llamado Eje Cafetero de Colombia, zona representativa de la producción cafetera nacional.
«Este año tenemos un registro de 400 venezolanos» que hicieron parte de los trabajadores que recolectaron la cosecha cafetera en esta parte del país, afirma el director ejecutivo del Comité de Cafeteros de Risaralda, Jorge Humberto Echeverri, quien recuerda que en segundo semestre se recoge 55% de la cosecha nacional, mientras que en el primero se recolectó 45%.
Contrario a lo que se podría pensar, la mano de obra del vecino país es bienvenida en la caficultura porque el año pasado se estimaba que había un déficit nacional de 60.000 recolectores.
«Este año llegó otro tipo de venezolanos que son más del sector agropecuario, personas que han estado en el campo, que saben trabajar al sol», explicó Echeverri.
Según el dirigente, los recolectores llegan a Risaralda porque el Comité de Cafeteros puso en marcha hace algunos años el «Plan Cosecha», iniciativa de la que hacen parte las autoridades departamentales y la Policía y que consiste en que, mediante campañas publicitarias en medios de comunicación se avisa que se necesitan trabajadores para recoger la cosecha de café.
En la terminal de transportes de Pereira, capital de Risaralda, el Comité tiene personas que reciben a los recolectores y si son extranjeros se les pide la documentación para que puedan trabajar en igualdad de condiciones que los demás.
«El año pasado se hablaba de médicos y de otros profesionales, pero yo no los vi, ni hablé con ellos», dice el dirigente quien se remite a comentarios de finqueros y de colegas de otros comités del país.
Incluso hubo historias que hablaban de que un pequeño número de venezolanos que hizo esa tarea sin tener la experiencia necesaria apenas alcanzaba a juntar diariamente 10 ó 15 kilos de café, cifra lejana a los 100 o 120 kilos que logran los campesinos locales.
Por su lado, el director ejecutivo del Comité Departamental de Cafeteros de Santander (noreste), Néstor Serrano, destaca que la llegada de venezolanos a las zonas cafeteras ha beneficiado a los caficultores porque se rebajan costos de producción pues hay suficiente mano de obra.
La recolección representa 60 % de los costos de producción de la caficultura, explica Serrano, y por eso cuando escasea la mano de obra, los recolectores suben los exigencias económicas.
Para el dirigente, los venezolanos ven en Colombia una oportunidad porque pueden devengar hasta 70.000 pesos diarios (unos 23 dólares), conversión que equivale a mucho más que el salario mínimo mensual en su país.
«Lo que se ganan en un día es una cifra aceptable sobre todo si se tiene en cuenta que allí, en Venezuela, hay una hiperinflación», asegura Serrano.
Según Serrano, en el departamento de Santander y su vecino Norte de Santander, fronterizo con Venezuela, el trabajo es atractivo porque además de estar cerca del país de origen, tienen más facilidades de comunicación con sus familias y pueden regresar en poco tiempo a Venezuela.
En otros departamentos cafeteros como Antioquia, Huila, Tolima y Valle del Cauca, la oferta de mano de obra venezolana no es alta, pero sí evidente, aunque tampoco se tienen cifras al respecto.
Los dirigentes cafeteros destacan que cuando una persona que se enrola como recolector adquiere ventajas como tener segura la alimentación y la dormida en sitios limpios y seguros y, al mismo tiempo no son sometidos a explotación laboral porque les paga igual a todos.
Por esa y otras razones es que los cafetales de Colombia se han convertido en una solución para la diáspora venezolana calculada en más de dos millones de personas que buscan oportunidades para mejorar la calidad de vida que han perdido en su país.
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