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Historias para las posibilidades del músculo

“Historias para las posibilidades del músculo”, del escritor y cineasta venezolano John Petrizzelli (1956), ha sido publicado por la Editorial Dahbar (Caracas, 2017). A continuación presentamos el prólogo del libro, escrito por el poeta y ensayista Armando Rojas Guardia

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La dignidad formal de este poemario de John Petrizzelli me conmueve. Se trata de un conjunto de textos, en su mayoría escritos en prosa lírica, cuya densidad estética cautiva al lector, emocionándolo: no somos los mismos después de adentrarnos en sus páginas porque la experiencia artística que nos depara resulta tan intensa que interiormente nos ilumina y transforma. Es el más alto elogio que puede hacerse de un libro de poesía: cuando terminamos de leerlo nos percatamos de que hemos accedido a un nivel superior de conciencia y de que, gracias a estos poemas, nos hemos vuelto más existencialmente ricos, más sabios, más despiertos, más capaces de sensibilizarnos ante el hallazgo súbito de la belleza. Eso me ha sucedido con el poemario de John que hoy tengo el privilegio de prologar y abrigo la certeza de que le ocurrirá lo mismo a quien lo lea.

La poesía es pensamiento analógico y simbólico estructurado rítmicamente. Ello quiere decir que son tres los principales vehículos a través de los cuales se realiza el fenómeno poético: la metáfora, el símbolo y la música verbal. Esos tres vehículos están presentes en este libro de Petrizzelli en grado eminente; sobre todo, la analogía metafórica. Las frases que entretejen estas prosas poéticas constituyen exuberantes, preciosos y muchas veces magistrales encadenamientos metafóricos que le hablan directamente a la sensitividad, la sensorialidad y la sensualidad del lector, convirtiendo a este en un poroso receptáculo sensible. La poesía venezolana cuenta con grandes metaforizadores, entre ellos Vicente Gerbasi, Ida Gramcko, Leonardo Padrón y, dentro de la última generación de poetas, José del Pino. Yo asumo el riesgo de agregar a esa lista a John Petrizzelli, porque en verdad los alcances del poderío analógico de su discurso lírico me resultan incontrovertibles.

Hace algunas semanas, conversando con John, le sugerí que su libro me trae reminiscencias de las Iluminaciones de Rimbaud, de los poemas en prosa de Ramos Sucre y de Los cuadernos del destierro de Cadenas. Me dijo que recordaba vagamente sus lecturas de Rimbaud y de Ramos Sucre, lecturas de cuando él era un adolescente; en cuanto al poemario de Rafael Cadenas, admitió no conocerlo. De modo, pues, que no podemos hablar de influencias directas: tan solo de una asombrosa coincidencia de propósitos estéticos. A veces me parece que Petrizzelli es, hasta cierto punto, una suerte de “naif” en materia de conciencia literaria. Conocido sobre todo como excelente cineasta, en el terreno fílmico es donde ha sistematizado su vocación artística, sus estudios formales y su organización mental. En literatura, cuenta con el aval de lecturas devotas pero dispersas, una cultura personal adquirida mediante los fogonazos de la intuición y de un instintivo buen gusto, pero ajena a la férula explícita de un método. Lo cual hace casi milagrosa la calidad estética de su poesía: ello no solamente demuestra sino muestra que el verdadero talento lírico aparece porque-sí, como la rosa de Angelus Silesius, más allá o más acá de los afanes sistemáticos y metódicos, grávido de sí mismo, sin deudas ni préstamos innecesarios.

Dejo en manos del lector este magnífico poemario, asegurándole, de entrada, que no lo decepcionará.

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