Por HÉCTOR BECERRA
El miércoles 1 de enero de 1958, cuando el Sol mañanero comenzaba a calentar el fresco clima de Caracas, aviones de la entonces Fuerza Aérea Venezolana (FAV) llegaron a la aún adormecida capital desde la base de Boca de Río, cerca de Maracay, y descargaron sus municiones sobre el Palacio de Miraflores. Las detonaciones, perceptibles desde diversos sectores aledaños a la casa de gobierno, confundieron a una buena cantidad de citadinos al creer que se trataba de trasnochadas celebraciones del Año Nuevo, muy lejos de sospechar que avisaban el inicio del fin de la dictadura.
La primera rebelión militar contra la camarilla encabezada por el general Marcos Pérez Jiménez, que ejercía el poder hacía ya casi una década, no tuvo éxito inmediato —algunos de sus protagonistas fueron detenidos al día siguiente de la sublevación y otros debieron buscar refugio fuera del país—, pero sí desencadenó una serie de pronunciamientos y avivó la creciente inestabilidad política. Esta reacción en cadena de hechos sobrevenidos concluiría 22 días después con el derrocamiento del régimen, el cual había germinado a raíz del golpe de Estado en noviembre de 1948 contra el presidente Rómulo Gallegos, pionero de los presidentes venezolanos elegidos democráticamente.
Tres días después de la inédita incursión aérea, la Junta Patriótica, órgano clandestino constituido el 4 de junio de 1957 para coordinar la lucha contra el dictador, publica un manifiesto bajo el título de “Pueblo y Ejército unidos contra la usurpación”. El 5 de enero, primer domingo del año, los cuerpos de seguridad detienen a un alto número de oficiales de las Fuerzas Armadas y Pérez Jiménez reajusta su gabinete. Entre los días 7, 9 y 10 la cosa se pone más movida: los estudiantes protestan en las calles, renuncia el cuerpo ministerial y se practican nuevas detenciones de opositores. El 13 vuelve a ser reorganizado el gabinete, asumiendo Pérez Jiménez, además de la Presidencia, también el Ministerio de la Defensa.
El 15 de enero, tal día como hoy hace 67 años, circula la llamada “Declaración de los intelectuales”, manifiesto en el que se demandan libertad y democracia. También se solicita que los poderes públicos sean “expresión genuina de la voluntad popular”. El 21 comienza la huelga de la prensa que rápidamente genera un parón general al que se suman el sector comercio y servicios públicos básicos como el transporte. La imposición de un toque de queda por parte del agonizante gobierno no surte ningún efecto al manifestarle las Fuerzas Armadas su rechazo, por lo que el día 23 el último dictador de Venezuela en el siglo XX decide dejar el cargo y abandonar el país junto con su familia.
De estos hechos como el ocurrido en Venezuela el 23 de enero de 1958 está abarrotado el transitar de la humanidad. El fin del régimen de Pérez Jiménez, que había sido proclamado presidente de la República por el Consejo Supremo Electoral (CSE) el 20 de diciembre de 1957 para gobernar otro lustro —tras un inconstitucional plebiscito que dijo haber ganado cinco días antes—, pasó a engrosar la abundante lista histórica de fenómenos sociales ocurridos en el planeta y que tienen un prevaleciente denominador común como la causa que los genera: la necesidad de cambiar lo establecido.
“Los fenómenos sociales son aquellos eventos, tendencias o reacciones que tienen lugar dentro de una sociedad determinada y que se evidencian a través de la modificación de la conducta colectiva, ya sea de un grupo más o menos representativo o de la sociedad entera. Cada fenómeno social refleja el modo específico en que una sociedad organiza y estructura sus reacciones a las condiciones objetivas y subjetivas de la vida. Es decir, se trata de una manera de gestionar y asimilar los hechos que ocurren en una sociedad, muy a menudo para propiciar un cambio (https://concepto.de/fenomenos-sociales/)”.
Fuente: Diccionario de Historia de Venezuela / Fundación Empresas Polar
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