El 17 de diciembre es una fecha simbólica en la historia venezolana: el fin de Simón Bolívar, líder de la emancipación latinoamericana, y Juan Vicente Gómez, figura del autoritarismo del siglo XX, convergen en un mismo día, aunque con contextos y legados radicalmente opuestos.
El 17 de diciembre de 1830, el Libertador exhaló su último aliento a las 1:03 pm en la Quinta de San Pedro Alejandrino, en Santa Marta, Colombia. Bolívar, quien había consagrado su vida a la independencia de América, murió a los 47 años de edad, abatido por la enfermedad, la fatiga y el desengaño. Aquel hombre que logró liberar cinco naciones –Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia–, falleció lejos de la gloria y del poder, enfrentando la soledad y el rechazo.
«Si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la unión, bajaré tranquilo al sepulcro», expresó Bolívar en sus últimos días. Su deceso no fue solo un acto final en la vida de un líder; simbolizó también el fin de una era llena de fervor independentista y el inicio de luchas internas que marcarían a las naciones liberadas.
Curiosamente, en un giro paradójico de la historia venezolana, Gómez, dictador que gobernó Venezuela durante casi 27 años (1908-1935), también tiene un lazo significativo con esta fecha. El 17 de diciembre de 1935, Gómez murió, exactamente 105 años después de Bolívar, cerrando un capítulo clave en la historia política y social de Venezuela.
Mientras Bolívar encarnó la lucha por la libertad y la emancipación, Gómez representó una etapa marcada por el autoritarismo, el orden y la modernización a un alto costo. Gómez murió en Maracay rodeado de poder, riquezas y con el control absoluto del país, un contraste marcado con la pobreza y el aislamiento que acompañaron los últimos días de Bolívar.
El 17 de diciembre, una reflexión profunda sobre el poder en Venezuela
Este paralelismo del 17 de diciembre presenta una reflexión profunda sobre las paradojas del poder en la historia venezolana: Bolívar, el libertador visionario, falleció sin reconocimiento inmediato, mientras que Gómez, el caudillo que centralizó el poder, murió en la cúspide de su dominio. Ambos líderes dejaron huellas imborrables y complejas, entre las sombras del poder y las luces de su legado.
Más allá de las circunstancias de sus muertes, el 17 de diciembre emerge como un día simbólico, donde la memoria de dos figuras antagónicas converge para recordarnos los ciclos históricos de lucha, poder y transformación en Venezuela.
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