En artículo publicado hace apenas pocos días en el prestigioso portal digital venezolano Prodavinci, nuestro apreciado amigo el doctor Ramón Escovar León comenta la obra Tiberio, historia de un resentimiento del sabio español Gregorio Marañon. Allí se describe cómo ese emperador romano –el mismo César que reinó durante la mayor parte de la vida, pasión y muerte de Jesucristo– vivía preso de un resentimiento enfermizo constante, de tal suerte que esa condición se convirtió en estilo y patrón de la política durante su gestión imperial entre los años 14 y 37 de nuestra era. De esa lectura nace la iniciativa de comentar hoy el caso de la mentira y el engaño como hilo conductor que inspira la política oficial durante el reinado del César vernáculo que aún sigue azotando nuestra patria.
En efecto, resulta evidente sin mayor esfuerzo que la mentira y el engaño son la base de la acción gubernamental que conduce Maduro en conjunto con el grupo más allegado que lo rodea. No otra cosa se puede decir si nos atenemos a lo que expresan y afirman los principales personajes del régimen.
Según el jefe del Estado, los venezolanos hemos vivido las navidades más felices habidas desde hace muchísimos años. Nada importa que no haya habido hallacas ni arbolitos ni estrenos ni regalos. El robo/expropiación de los inventarios en tiendas y supermercados sirvió –según el discurso oficial– para traer alegría a los hogares, aun cuando durante todo el resto del año hubiera reinado la pelazón.
El mismo señor exhibía su desbordante alegría bailando salsa con la “primera combatiente” (¿de qué combate será?) en los días en que la violencia ensangrentaba a Caracas y el interior y enlutaba hogares. Ahora nos deleita con unas maniobras militares que parecen inspiradas en la muy recordada Radio Rochela de antaño. Todo mentira.
Hoy, con la inscripción de su candidatura a la reelección, nos promete que “esta vez sí” va a arreglar la economía. Será con los fabulosos recursos que le proporcionará la actual mentira en boga: el petro, con el que nos quieren engatusar para disfrazar la hipoteca de nuestros recursos petroleros. El señor anuncia que las colas para comprar la nueva divisa mágica son kilométricas y que en el mundo existen suficientes pendejos dispuestos a poner dólares en Venezuela para cobrar en bolívares en algún futuro cuando el gobierno –carente ya de toda credibilidad– decida extraer el hidrocarburo dado en garantía que yace en el subsuelo. A los acreedores será que les obligarán a recibir los papeles que acreditan soberana mentira.
Naturalmente, la crisis alimentaria y de medicinas son inventos de la oposición en pleno ejercicio de una guerra económica que sirve de excusa para esconder la mentira de cifras que cada uno de nosotros sufrimos a diario. Por tal razón resulta innecesario aceptar ninguna ayuda externa; ya el enflaquecimiento de la población es señal de que su alimentación es más sana y balanceada que en épocas pretéritas, cuando el hambre era generalizada. ¡El mal de la obesidad ha sido erradicado de Venezuela! Ese mismo señor es el que en el año 2015 metió gato por liebre en la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Agricultura, con sede en Roma) para gestionar y recibir un premio al país mejor alimentado del mundo. ¿Recuerda usted eso, lector?
Pero no es solo el César de Miraflores quien miente como política de gobierno. Con mucho entusiasmo lo ayuda la señorita que preside un grupo de personas que sesiona en el Palacio Federal Legislativo para quien el mundo entero no es sino una conspiración para oscurecer por envidia los evidentes triunfos de la “revolución bolivariana”. Para ello, la dama echa mano a una sonrisa cuyo cinismo trágico parece marca de familia, por cuanto es compartida por su inefable hermano Jorge, que no tuvo problema alguno en ser “árbitro” electoral y al día siguiente actor político. El rechazo a sus mentiras es ya planetario.
Esos son los mismos que juraron y rejuraron que en República Dominicana se suscribieron unos acuerdos para facilitar la salida de la crisis política. También fue mentira. Son los mismos que niegan estadísticas y manipulan cifras para mostrar realidades inexistentes u ocultar las que sí existen.
Son los mismos que hoy descubren que desde la cúpula de Pdvsa se manejaban negocios turbios y corruptos durante lustros y que son detectados solo ahora que hay necesidad electoral para hacerlo, y los que desde algunos de los repulsivos programas de la televisión estatal hacen gala de manejo coproverbal que alcanza y excede los niveles de la ley penal vigente.
No se diga la sinvergüenzura del muy educadito canciller Arreaza, que con su cara de piedra se presentó en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, en Ginebra, ratificando que en la patria de Bolívar el respeto de los derechos humanos es escrupuloso y que las constataciones y denuncias del respectivo comisionado de Naciones Unidas son inciertas y forman parte del complot mundial desatado contra Miraflores.
La falta de espacio nos exige cortar la lista, pero no podríamos hacerlo sin reconocer la desfachatez sin disfraz alguno ya de la señora Tibisay, quien con su aire de “imparcialidad e independencia técnica” maneja la mentira y el engaño como centro de la política del órgano que dirige. Vomitivo, por decir lo menos.
A lo anterior, agregue usted su propia lista. Seguramente llegará a la misma conclusión que este opinador: la mentira y el engaño se han convertido en el rasgo dominante de la política gubernamental. Pero… como los hechos y la historia son decididamente tercos, tal estilo ya está a punto de colapsar.
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