La prensa reciente nos ha venido informando acerca de la concesión por parte del Parlamento Europeo del Premio Andrei Sájarov (2024) a nuestros compatriotas María Corina Machado y Edmundo González Urrutia. Tal galardón se concede a quienes, pagando alto precio personal, ejercen su libertad de conciencia y además propulsan activamente la promoción de los derechos humanos.
Tal como era de esperar, quienes despachan desde Miraflores no tuvieron interés en que la honorífica distinción concedida a nuestros compatriotas tuviese mayor eco. Es lógico que así fuera toda vez que un premio otorgado a quienes ejercen libertad de conciencia y propulsan los derechos humanos, naturalmente tiene alto riesgo de honrar a quienes por esa misma actitud llevan alta posibilidad de ser percibidos como opositores a su gobierno.
Lo cierto es que la afirmación que antecede se sustenta en la lista de varios de los anteriores galardonados: el ruso Alexéi Navalni en el año 2021, pacifista y legislador asesinado en una cárcel del régimen; el pueblo ucraniano (2022); la joven iraní Masha Amini, torturada y asesinada por los servicios de seguridad de su país por no usar adecuadamente el hijab islámico (2023); las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina (1992), la oposición venezolana (2017); Osvaldo Payá y las Damas de Blanco en Cuba (2005 y 2017), etc.
En esta oportunidad luce perfectamente consistente que los ganadores sean María Corina Machado y Edmundo González Urrutia, que dicho sea de paso obtendrán una recompensa monetaria de 50.000 euros.
El premio en cuestión lleva el nombre de Andrei Sájarov, científico ruso del máximo nivel a quien se adjudica la paternidad de la bomba de hidrógeno, primero detonada por los rusos en 1953.
Sájarov -igual como se comenta de su homólogo norteamericano Robert Oppenheimer- luego de concretar su logro científico y comprobado la posibilidad de su mortífero uso militar, acumuló sentimientos de culpabilidad ante las posibles consecuencias de su descubrimiento, por lo que se tornó pacifista precisamente cuando la Guerra Fría aún estaba en su apogeo. Habiendo recibido el Premio Nobel de la Paz en 1976, evolucionó hasta convertirse en portavoz importante de la lucha por los derechos humanos, lo cual naturalmente le valió el repudio oficial y el exilio.
El Parlamento Europeo (órgano legislativo de la Unión Europea con sede en Estrasburgo) ha tenido un rol importante, aunque ciertamente no decisivo, en la campaña internacional para aislar y castigar al régimen chavista-madurista. Lamentablemente, no todas las naciones de ese bloque han alcanzado una decisión unánime en cuanto al reconocimiento del fraude del 28J ni a la condición de presidente electo de Edmundo González Urrutia, pero su prestigio y seriedad ha sido y es factor importante en la geopolítica europea aún cuando en este tema particular de Venezuela existen distintos grados de solidaridad.
En cuanto a los galardonados, su elección nos parece adecuada y oportuna. Primero por que ambos son demócratas perseguidos por su legítima aspiración de lograr un cambio constitucional y pacífico para la situación venezolana. Segundo, porque esa aspiración, que es la de 70% de quienes votaron el 28 de julio, representa la soberanía popular. Y tercero, porque esas personas y miles más en Venezuela son víctimas de flagrantes violaciones de sus derechos humanos. Es además oportuna por cuanto la precariedad de la situación venezolana en esa materia de derechos humanos, no siendo la única en el planeta (Nicaragua, Cuba, Rusia, China, etc.) es una de las representaciones más visibles de un clima mundial que a estas alturas del siglo XXI luce ya muy complicado.
Por tal razón, a María Corina Machado, líder de los que amamos la libertad en Venezuela y Edmundo González Urrutia, honorable portaestandarte de nuestras aspiraciones y amigo personal por varias décadas, extendemos nuestra felicitación y aspiramos a que estas líneas puedan haber aportado alguna claridad para que los compatriotas tomen debida nota de lo que esto implica.
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