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Nicolás, no te vistas porque al BRICS no vas

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Foto EFE

 

La reunión anual de los BRICS acaba de finalizar en la ciudad rusa de Kazán con un resonante portazo a la aspiración de Venezuela de ingresar al grupo. Poca gente está al tanto de lo que es el BRICS y mucho menos  conoce el peso del grupo en la geopolítica mundial. Es por esa razón que desde estas líneas deseamos aportar unas breves anotaciones para dar marco a lo ocurrido en la aludida reunión. 

El nombre de BRICS  se compone de las iniciales de los países fundadores: Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica, que a partir de 2010, en su proclamada condición  de “economías emergentes” (equivalente a en tránsito hacia un nueva fase de desarrollo económico) convinieron en la creación de un grupo que pudiera aportar una visión distinta a la tradicional orientación occidentalista-capitalista de los países que integran el Grupo G20 cuyos miembros son los países más ricos del mundo, muchos de los cuales son también sólidas democracias.

De allí, pues, que luego de una década de pocos logros y escasa influencia, el grupo toma el camino de buscar mecanismos que permitan a sus miembros organizar su comercio y desarrollo con base en parámetros distintos a los del G20, para de esa manera convertirse en una voz potente con metas singulares como,  entre otras,  liberarse del dominio del dólar como moneda casi única de intercambio en el comercio mundial.

Después de una década de vida saludable, pero sin mayores logros, el BRICS acogió la idea de ampliarse incorporando países de todos los continentes y sin mayor énfasis ni en la democracia ni en el nivel de desarrollo de sus miembros. India es la mayor democracia del mundo, mientras que China es la mayor dictadura, sin que tampoco existan inconvenientes para coexistir con países que violan impunemente los derechos humanos (China, Rusia, Egipto, Etiopía, Irán, Emiratos, etcétera.)

Como es de suponer, Venezuela consideró importante ingresar a este grupo a fin de potenciar su influencia y estrechar alianzas con países importantes que no militan en el circuito occidental, del cual cada vez se encuentra más aislada.

Dicho lo anterior, llegamos a la cumbre de 2024 en la que Venezuela puso grandes esperanzas para asegurar su entrada, lo cual no logró pese a que en la sesión se aceptaron trece nuevos miembros  aplicando el sistema de consenso que significa que cada miembro existente  tiene en la práctica poder de veto para impedir el ingreso de uno nuevo.

¿Cuál será la desilusión, rabia y vergüenza para Venezuela cuando  nuestra candidatura  fue obstaculizada nada menos que por el Brasil de Lula, quien por vía remota, porque no pudo viajar, dejó a Nicolás vestido, con los crespos hechos y sin poder ir  al baile?

Parece que Lula ya se cansó de las marramucias de Nicolás no solo por el fraude del 28J, sino también por la negativa a conceder  salvoconductos a los seis opositores asilados  en la Embajada de Argentina actualmente custodiada por Brasil después de la ruptura de relaciones entre Caracas y Buenos Aires, todo ello sin ignorar el olímpico desprecio a todos los compromisos adquiridos en las negociaciones  gobierno/oposición llevadas a cabo en distintos lugares (República Dominicana, Barbados, Noruega, México, etc.). Ahora es que Maduro se vino a dar cuenta de que hacerse el loco en el ámbito internacional tiene sus consecuencias.

Vale la pena aquí comentar los detalles  del revés diplomático sufrido en Rusia. Días antes de la cumbre viajó un avión de Conviasa transportando al canciller Iván Gil, quien estaba encargado de explorar el terreno. Días después viajó la niña Delcy, en otro avión de Conviasa, para hacer lobby de mayor envergadura y por fin, en un tercer avión de la misma empresa, llegó Nicolás creyendo que la diligencia estaba hecha y la mesa servida.

No fue así y quedó al descubierto el  mayor error de la “diplomacia bolivariana”, además de que Conviasa tuvo que prescindir de tres aeronaves para el cumplimiento de sus itinerarios comerciales sin contar que Nicolás y Cilita quedaron como «pajarito en grama”.

Cierto es que entre la vergüenza de haber sido excluido de la foto oficial y de las deliberaciones de los miembros, el jefe del Estado pudo cuadrar una reunión nada menos que con Vladimir Putin, anfitrión del evento, cuya respectiva fotografía ha sido circulada profusamente como prueba de la alta consideración que goza Maduro en Rusia.

Hoy, ante la grosera hegemonía informativa que reina en nuestro país, es natural que esa foto y el video de la reunión bilateral con el equipo del presidente turco, el “pana” Erdogan,  sean presentadas como testimonio del supuesto éxito del viaje y que haya quienes así lo crean, mientras Venezuela inaugura murales en honor de Hassan Nasrallah y de tal forma deja bien claro de qué lado de la historia se ha colocado.

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