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Receta para escribir tragedia en veinte sencillos pasos

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  1. Preferiblemente mire su representación, conozca o, al menos, lea unas veinte tragedias escritas con anterioridad y que hayan vencido hasta el paso del tiempo. Si puede estudiarlas, mejor.
  2. Observe el fluido expresivo del discurso trágico en su estructura y sus componentes. No le quite ojo a los personajes, a lo que dicen y lo que hacen, como si usted fuera un espía. Apunte.
  3. También será imprescindible aguzar la mirada y todos los demás sentidos en la observación minuciosa de las imágenes, así como en las constantes propias del sufrimiento humano que aparecen en el texto. Bien por si sueña con machos cabríos. No se preocupe.
  4. Deje un tiempo prudencial entre la lectura de una tragedia y otra. Tome agua. Haga notas. Fíjese que cada tragedia nos cuenta una historia y que, a veces, hasta aparece la figura de un narrador (antes Corifeo).
  5. Luego de esta revisión aléjese de esos libros, apártese de los escenarios donde ha visto esas tragedias, retírese a un lugar presto para el recogimiento. Dispóngase a escribir, “que algo queda”, como decía Kotepa Delgado.
  6. Mírese a sí mismo frente al espejo, trate de identificar su mejor inclinación y pregúntese: ¿es hacia la tragedia?, ¿es hacia la comedia?, ¿es hacia el drama?, o ¿no hay ninguna tendencia específica?
  7. Concentre ahora su atención en aquellos pasajes de su historia de vida que hayan sido especialmente duros, agudos, traumáticos, que le hayan maltratado hasta hacerlo llorar y le resulten inevitablemente inolvidables. Enumérelos.
  8. Ubique las causas y causantes de la aflicción o aflicciones. Entienda, de una vez por todas, que aquello que ya pasó es incorregible y que el revivirlo podría ser hasta sanador. Hidrátese.
  9. Cambie nombres y lugares para hacer el ejercicio mucho más interesante.
  10. Si no hay ningún momento de su vida con esas características, sepa que siempre podrá apelar a la tragedia ajena, a la calamidad de otros. Eso es sólo e irremediablemente posible mediante la empatía. Es decir, la predisposición a ponerse en el lugar del otro, que es un ejercicio a veces difícil. Pero, a fin de cuentas… todos somos humanos. No pierda de vista a los inhumanos.
  11. Sepa que no hay pureza de originalidad y que nos reúne la diversidad. Tenga en cuenta, sin embargo, que cada trama puede ser única, nueva y hasta insólita.
  12. Ahora, fije su atención en alguien que odie y a quien le haya deseado hasta la muerte, aunque sea secretamente. Hágalo con honestidad.
  13. Si vamos sumando, a estas alturas ya debería tener precisados: protagonista, antagonista y asunto trágico de su historia a escribir.
  14. Arme su cuento, invente o reinvente su trama. Construya y escriba, si lo desea, su propia versión de los hechos sin que necesariamente estén apegados a la realidad y mezcle generosamente con las respectivas ideas fijas, las dosis de fantasías y los próximos trasnochos.
  15. Apele, evoque fuertemente a su entidad superior, a sus Diosas y Dioses, a sus custodios, para que le acompañen en la travesía escritural. Encienda un candil.
  16. Convoque todo lo que ha aprendido hasta ahora, las mejores lecciones y los mejores maestros, sus intuiciones y convicciones, lo que le ha dejado la poesía. Es decir, todo aquello que se le pueda sumar a lo que va urdiendo y manténgalo cerca, a fuego bajo y perpetuo, moviéndolo delicada y frecuentemente. Tome de esa infusión cada vez que lo desee.
  17. Escriba, escriba, escriba y siga escribiendo sin parar de la A hasta la Z. No suelte su tema, su asunto trágico, las situaciones, las relaciones y personajes. No lo suelte ni debajo del agua. Deje que salgan el odio y las aversiones, el horror, sin pudor ni ningún otro tapujo. Deje que todo ruede, que todo fluya. Privilegie verbos y sustantivos. Levántese solo para ir al baño y para poner en el cuerpo las acciones y parlamentos que ha ido escribiendo. Como si fuera un actor, procure ponerse en los zapatos de cada personaje. Tome agua y coma si se acuerda. Así, así y así hasta que termine y ponga el punto final.
  18. No olvide matar al antagonista y hacer que el protagonista muera, preferiblemente, en condiciones heroicas para procurar que trascienda una historia inolvidable.
  19. Lea, relea, corrija, repare y reconstruya. Trate de no usar la papelera, ni de destruir nada, así como de no hacerse juicios de valor mientras escribe. Tómese su tiempo porque el asunto lo requiere.
  20. Si al leer y releer, corregir, reparar y seguir construyendo, es decir, si cada vez que recurre al texto le asalta un calor en las extremidades, un calor en el chacra de la raíz que le sube hacia el plexo solar y le recorre hasta la cabeza coincidiendo con el clima, los climas o el final de su historia, es porque, muy probablemente, el público -cuando vea representada su tragedia- hará catarsis y aquello será un nuevo milagro.

NOTA: Hay quien ha llegado a decir que esta receta se presta también para escribir libelos, ofensas, relatos, memorias, comedias, libretos radiales, guiones televisivos y hasta cuentos de película… Así como oraciones al Divino Ser o al ángel caído.

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