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Pa’ luego es tarde

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La vida para la disidencia real, la de verdad, la que no es encarcelada por beneficio del partido, la que no puede costear celdas VIP con comida a la carta y multifuerzas, la que es perseguida, cazada, asesinada o con mucha suerte sólo sentenciada a quinquenios en campos de concentración; la vida para ese grupo, esté dentro o fuera del país, es tremendamente compleja. Y no por las afrentas económicas, laborales, familiares, sociales y emocionales que atraviesan por consecuencia de esa arriesgada carrera de deliberar con cabeza propia, pues ese tipo de problemas son rutinarios para el resto de los seres humanos y sencillamente se les conoce como «vida».

La vida para los que decidimos señalar al régimen y acusar con vehemencia a la oposición que decidió vivir de ser oposición, traficando esperanza y engordando gracias a sus ONG. Es compleja y dura por la claridad con que lamentablemente se ve la realidad, por la transparencia con que se percibe el futuro inmediato y mediato. Es una maldición, aún más, cuando se decide por compromiso o masoquismo ir comunicando y demostrando que la tierra es redonda, en contra de los clérigos políticos que alimentan su poder haciendo ver a realazos y manipulación que en el horizonte se acaba el mar.

Quienes componen la disidencia apartidista son una especie de apóstoles, que de manera pública o clandestina, sin conocerse, van predicando la verdad, con el riesgo de terminar ahogados entre las dos grandes mareas hermanadas en corrupción, cinismo y genocidio. Caras de una misma moneda, que convirtieron el yin yang en un lodazal grisáceo.

Cada día se torna más menesterosa la integración de quienes conocen la verdad y la defienden con compromiso, sobriedad y ética, sin egos, ni complejos, sin berrinches ni deseos puberales de ser reconocidos. Las elecciones venideras, según indican los datos, la lógica y los actores, desecharán, nuevamente, valiosos recursos que pudieron ser chispa creadora de acciones efectivas. Desecharán, lamentablemente, extraordinarios recursos humanos que por candidez, estupidez o soberbia no mantuvieron el cordón sanitario con el que debe ser aislado todo integrante del G4 y sus filiales. «Stulti est in errore manere» .

Sólo un evento extraordinario de proporciones bíblicas podrá evitar que el esperpento electoral de julio no derive en mayores miserias. Es por ello que los navegantes y náufragos que se han mantenido con vida, «sin delirios caudillescos «, entre los vendavales de las dos mareas, tienen el deber imperioso de agruparse y avanzar. Pa’ luego es tarde.

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