Una memoria prodigiosa, un archivo fundamental

Perán Erminy era dueño de una memoria prodigiosa. Tanto en las charlas formales como en las informales derrochaba referencias, de difícil acceso para el común, que daban forma exacta, casi corporalidad, a la idea que estuviera tejiendo. Y por si esa prodigiosa memoria daba algún traspié –asunto poco probable–, Erminy echaba mano de unos pequeños papeles atiborrados de minúsculas notas con los que ayudaba a su memoria, especie de menuda filigrana similar a un retablo de la Iglesia de San Francisco.

Al hablar de Perán Erminy estamos haciendo referencia a uno de los más conspicuos críticos de arte venezolano, cuya obra publicada se encuentra dispersa entre periódicos, revistas, catálogos, libros colectivos, etc. Eso sin mencionar la obra inédita, su archivo personal, su biblioteca y particularísimas anotaciones. Ya es hora, entonces, de reagrupar la obra crítica dispersa del maestro Erminy, no solo para estudiar con continuidad discursiva nuestro arte, sino también para estudiar con propiedad el arte de la crítica y el análisis artísticos que llevó a tan altas cotas.

Erminy dedicó su vida a estudiar la obra de los demás, y es justo que ahora nosotros nos dediquemos a estudiar su obra escrita. Recordemos que el mismo Perán incursionó en las artes plásticas a través de telas que demuestran un gran talento, pero siempre mantuvo reservas en cuanto a mostrar su trabajo públicamente. Por el contrario, prefirió sacrificar su trabajo artístico para impulsar el de los demás, y articular así el panorama de las artes plásticas venezolanas.

Nuestra labor, entonces, es releer con más atención que nunca a Perán, y procurar una edición decente de sus trabajos. No otra cosa podemos hacer como homenaje a un irreverente caballero (valga el oxímoron) que hizo del arte el centro de su vida, en medio de tantas estrecheces, y que, sin duda, vivió “por amor al arte”. Esa es también una forma de resistencia ante la barbarie que nos ciñe.

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