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Barbados sin patas ni pueblo

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El gobierno de maduro, como ya lo habíamos advertido, le quitó las patas a la mesa de diálogo y los acuerdos de Barbados. Tal como hizo con México anteriormente, el madurismo usa estos espacios –diálogos de élites, sin pueblo, de espaldas al país– para ganar tiempo y obtener concesiones para satisfacer sus propios intereses, a la par que sigue fracturando o diluyendo a los factores de oposición tradicional que, una y otra vez, caen en ese juego.

La violación de los acuerdos de Barbados no es solo porque se mantenga la inhabilitación a María Corina Machado o a Henrique Capriles, pues ambas son acciones arbitrarias, de índole política, que el madurismo jamás pensó en levantar, así como nunca permitirá una candidatura del chavismo (lo que ya ha sucedido conmigo). Va más allá de eso.

La decisión de darle una patada a la mesa de diálogo y cambiar la narrativa de los acuerdos se produce ante la abrumadora evidencia de que nicolás maduro tiene un enorme rechazo que llega al 90% de la población, una tendencia IRREVERSIBLE. El gobierno sabe que si llegase a otorgar un mínimo de condiciones, si abriera una ventana táctica, a través de la cual se pudiera expresar la voluntad del pueblo venezolano, el madurismo sufrirá una aplastante derrota electoral.

Como lo hemos dicho anteriormente, nicolás maduro no es capaz de derrotar a nadie en unas elecciones y, al no aceptar esta realidad, su desespero e instinto de supervivencia personal, le abren la puerta a todas las opciones.

Los jerarcas del madurismo saben que con maduro están perdidos. Por ello, los distintos factores de poder interno, han buscado un candidato distinto y que sea “potable”; una tarea difícil, porque la población los percibe como un todo.

Los hermanos Rodríguez mantienen un intenso lobby ante Estados Unidos y las transnacionales petroleras, vendiéndose como los candidatos alternativos a maduro. Han trabajado en esa “transición” desde hace varios años, reservándose los contactos, convirtiéndose en los voceros y operadores políticos, se han desplegado, han aniquilado a sus competidores –como fue el caso Tareck el Aissami– mientras que a otros los diluyen, dejándolos reducidos a la condición de animadores de programas de odio. Los hermanos Rodríguez han asumido un protagonismo que no se sustenta en nada, no han demostrado ser capaces de algo constructivo. Siempre fueron contrarios a Chávez y por ello el comandante los mantuvo a distancia; probablemente, de allí viene su facilidad de entenderse con nicolás y Cilia Flores.

El estruendoso fracaso en el referéndum sobre El Esequibo fue el detonante para este cambio en la narrativa de maduro y su aferramiento desesperado a Miraflores. Aunque lanzaron un intenso despliegue propagandístico, tratando de inflamar el sentimiento nacionalista en torno a nuestros inalienables derechos en la disputa con Guyana, y se aseguraron de que los sectores que los acompañan en esta convivencia, entre ellos, Fedecámaras y dirigentes de la oposición, llamaran a votar; la realidad es que esta operación de manipulación política fue un fracaso.

El pueblo venezolano se abstuvo en forma masiva independientemente de lo dicho por el CNE; las calles y centros de votación estaban vacíos, lo que convirtió el referéndum en un indicador claro del rechazo a maduro: no tiene apoyo popular.

Es entonces que maduro decidió volver a la narrativa de la violencia, y a jugárselas en el escenario que le es favorable, el de la confrontación, dejando claro, incluso, hacia lo interno del madurismoque el candidato será él mismo, que no aceptará –como nunca lo ha hecho– disidencias de ningún tipo, para eso tiene al Sebin y a la Dgcim.

Así, el discurso de maduro a la Nación del 15 de enero fue la oportunidad para cambiar el escenario político.

En su presentación de rendición de cuentas de ese día ante la Asamblea Nacional (de un gobierno que ha convertido el secreto en la norma) todo iba como siempre: ausencia de propuestas, el chatarreo del país y las instituciones, un gobierno sin épica, ni gestión, nada virtuoso que mostrar, solo la evasión de los problemas; ocultamiento del  fracaso en el tema petrolero y de los terribles efectos que ha tenido su Paquetazo Económico, la catástrofe humanitaria del pueblo, el éxodo.

Era más de lo mismo. Se repiten las promesas de siempre, pide confianza, hace chistes de mal gusto, hace las designaciones que le da la gana, es “el chivo que más mea”; y, de repente, surge nuevamente, de la nada, la narrativa de la “conspiración”, dirigida, nada más y nada menos, que desde Colombia (sería interesante ver qué dice el presidente Petro al respecto).

Así, en “el país del diálogo”, “el país donde todo se arregló” y donde ”se hace lo que maduro diga”, vuelve la historia del magnicidio, del golpe de Estado, etc, etc, etc.  En sus palabras arremetió  contra los mismos factores que participaron, creyeron o estimularon el acuerdo de Barbados y el diálogo con el gobierno.

Luego, el pasado 23 de enero, maduro (aparentemente, en ropa de combate o camuflaje) se presenta otra vez, como “el protector del pueblo” y de nuevo, centra el discurso en la nueva “conspiración”, que “fue develada”, no se sabe por quién.

Inmediatamente, el fiscal sicario lee el mismo guión (otra vez, el mismo show) y actúa, acusa, agrede, insulta. A partir de allí, otra vez, se producen las detenciones arbitrarias, secuestros, persecuciones, el miedo, y se arremete contra el sector militar. De manera intempestiva, cambian a la presidenta del Tribunal Supremo de Justicia, como si se tratara de un funcionario del gobierno, un Ministro, un Viceministro, o algo así; al mismo tiempo, desde la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez, anticipándose a las decisiones del propio Tribunal, anuncia que las inhabilitaciones continuarán, y arremete contra el Acuerdo de Barbados y los factores de la oposición. Así, cae el telón de este nuevo acto. 

Es evidente que maduro obtuvo lo que quería de la Casa Blanca: levantaron las sanciones contra personas de su entorno, contra el sector petrolero y, finalmente, liberaron a su operador Álex Saab. Por su parte, maduro entregó el petróleo, cesó su retórica militarista con El Esequibo, y liberó a todos los americanos que pidió el Departamento de Estado, y quién sabe qué más, pues todo es secreto.

Lo que sí está claro es que maduro, con su postura, y su patada a Barbados, está jugando a adelantarse al muy probable triunfo de Donald Trump en las elecciones del próximo noviembre en Estados Unidos, tratando al actual presidente, Joe Biden, como un muerto político.

Mención aparte merece lo que sucede en la Fuerza Armada Bolivariana, que, evidentemente, es el factor decisivo de lo que suceda o pueda suceder en el país. Por eso, el madurismo, de manera permanente, pasa y pasa su maquinaria represiva, podando el territorio verde. 

La degradación de la que fueron objeto los militares señalados por el gobierno de estar supuestamente vinculados a esta nueva “conspiración”, constituye, en sí mismo, otro acto de menosprecio a la institución militar, y viola el respeto a la oficialidad que, en cualquier circunstancia, y, más aún, si se trata de diferencias políticas, conforma una afrenta al mundo castrense.

Este tipo de castigo, degradación y humillación, es conocida como “la media vuelta”, donde a los militares señalados, se les despoja de sus uniformes y grados, se exponen ante un Batallón que les da la espalda, mientras los oficiales, vestidos con bragas, son expulsados del recinto. “La media vuelta” fue utilizada, por el dictador Pérez Jiménez, instigado por la Seguridad Nacional en contra de oficiales de las Fuerzas Armadas días antes de su derrocamiento, y se ha convertido, durante el gobierno de nicolás maduro, en una práctica común, aceptada por Padrino López y el Alto Mando Militar.

Desde el ámbito civil, pero habiendo estado tantos años trabajando estrechamente con el Presidente Chávez, quien profesaba un respeto absoluto por la institución castrense, no termino de entender, cómo el Alto Mando Militar, no sólo acepta, sino que, participa, de estas prácticas humillantes en contra de sus compañeros de armas.

Los que fueron detenidos tras las rebeliones militares del 4 de febrero y 27 de noviembre de 1992, son testigos de que, aún la tambaleante IV República, no se atrevió a degradar, ni a someter a tratos crueles y humillantes, a los oficiales rebeldes que, efectivamente, participaron en un alzamiento militar. Por supuesto, Chávez jamás lo hizo en su gobierno, a pesar de que le dieron un golpe de Estado.

Así, las cosas vuelven al punto donde siempre han estado: un mal gobierno de derecha, sin apoyo popular y, en consecuencia, sin legitimidad, desesperado, que continúa cerrando las opciones políticas y constitucionales del país. Un gobierno con una increíble capacidad para destruir lo que toca, sin nada que ofrecer, insostenible en el tiempo que provocará, de una forma u otra, un estallido. Nadie aguanta 6 años más de maduro.

Volviendo al síndrome de la rana hervida, en algún momento, todos los factores políticos que se han mantenido apoyando a maduro saltarán desesperados, para tratar de salir de esta situación.

Hay dos gigantes dormidos, que el 13 de abril y en la derrota del sabotaje petrolero, fueron uno solo: el pueblo y el chavismo. El primero, se debate entre la resignación y la desesperanza; el segundo, entre la indiferencia y el miedo.

Lo que hay que entender es que maduro y el madurismo, que son enemigos del chavismo y del pueblo, han fracasado estruendosamente, por haber abandonado las políticas de la revolución bolivariana, el Plan de la Patria y la Plena Soberanía Petrolera.

El chavismo, aún los que hoy son indiferentes, se acomodaron en el gobierno o se mantienen callados por el miedo, tiene una responsabilidad histórica INMENSA de lo que sucede o termine de suceder en el país. No sólo porque el madurismo asaltó al poder en nombre de Chávez, sino porque nosotros sabemos que, la única manera de salir de este abismo y no profundizar la tragedia, es restableciendo los principios y las políticas de la revolución bolivariana, volviendo a la esencia de Chávez.

A nosotros, los chavistas, nos corresponde estar junto al pueblo, con sus luchas diarias; organizarnos y prepararnos para tomar el poder, para restablecer la soberanía popular, Volver al Camino de Chávez. El campo bolivariano debe reagruparse y volver a la ofensiva política, entendiendo que el país ha cambiado, está en ruinas, que el daño material y espiritual provocado por el madurismo, en nuestro pueblo y la sociedad, es ENORME.

Una vez volvamos a existir como opción política, debemos buscar el concurso y la unidad de todos los factores políticos y sociales del país, que tengan soberanía en su pensamiento y acción, que camine con sus propios pies y que estén dispuestos a trabajar en un Programa de Rescate de la Patria, para salir de este laberinto, salir de este abismo infernal y reconstruir el PAÍS POSIBLE.

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