Consolidado como el portavoz incontestable del gobierno, el chavista Jorge Rodríguez juró este viernes, por cuarto año consecutivo, su cargo como presidente del Parlamento, el lugar desde el que vivirá las elecciones presidenciales -previstas para el segundo semestre-, un proceso decisivo que él, como jefe de la delegación oficialista en las negociaciones del Ejecutivo con la oposición, está ayudando a diseñar.
Cuando este psiquiatra de 58 años habla, lo hace en nombre de los diputados, del gobernante Partido Socialista Unido (PSUV), de la mesa de negociación que mantiene el Ejecutivo con el bloque opositor reunido en la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), del mismísimo Nicolás Maduro, en fin, predica desde el poder.
Con esa manera de actuar, Rodríguez ha aceptado mantenerse en lo más alto de la Cámara, la trinchera en la que mueve los hilos para dar relieve a los planes de Maduro y pontificar en contra de la oposición, en coordinación con su hermana, la vicepresidenta ejecutiva, Delcy Rodríguez, con quien hace la dupla más fuerte de la política venezolana.
El escaño del poder
El diputado, en el puesto desde enero de 2021, es el jefe legislativo más poderoso que haya tenido el país en lo que va de siglo, con tentáculos en el Consejo Nacional Electoral (CNE), donde ocupó la presidencia, en el PSUV, donde es visto como el faro en materia comicial, y en el gobierno, al ser de los pocos que habla al oído a Maduro.
Maduro dijo que Rodríguez es su «negociador plenipotenciario», un calificativo cuya vigencia fue renovada en 2023, cuando le agradeció por su papel en varios «logros», como el levantamiento de algunas sanciones al país o la liberación en Estados Unidos del empresario colombiano Alex Saab, a quien Caracas reconoce como un diplomático.
Asimismo, Rodríguez impuso en el Legislativo el tono del reclamo por el Esequibo, un territorio de casi 160.000 kilómetros cuadrados en disputa con Guyana, una pelea que desembocó en la convocatoria a un referendo unilateral en el que la inmensa mayoría de los que participaron aprobaron anexionarse la zona, que sigue controlada desde Georgetown.
En los últimos tres años, el político ha ratificado su calidad de hombre de confianza del chavismo, brindando un respaldo efusivo al gobierno, al que estuvo ligado durante 13 años, y con ataques cada vez más virulentos al momento de responder a quienes cuestionan, dentro o fuera de Venezuela, a la revolución bolivariana y, especialmente, al jefe de Estado.
Elecciones a la medida
Una parte del trabajo de este exalcalde de Caracas consiste en confeccionar las elecciones presidenciales de este año, en las que el chavismo se las juega todas, al tratarse de una contienda en la que volverá a participar la oposición tradicional, que se abstuvo en 2018, con un chavismo que arrastra altos índices de impopularidad, según encuestas.
Mientras la oposición pide «elecciones libres», Rodríguez dice que los comicios deben estar exentos de sanciones, algo en lo que trabaja intensamente a través de negociaciones con Washington -con la mediación de Catar-, con el objetivo de garantizar una chequera gorda antes de medirse en las urnas.
Asimismo, el hermano de la vicepresidenta ha jurado que la Unión Europea no observará los comicios, lo que viola los acuerdos suscritos en octubre, cuando el gobierno y la PUD fijaron condiciones mínimas para las presidenciales.
El legislador es recurrente en este tipo de declaraciones que hacen tambalear el proceso de negociación, mientras él sigue ante las cámaras pregonando el carácter infinito del proyecto político que respalda.
Como estratega consumado, Jorge Rodríguez seguirá acaparando los micrófonos con su narrativa y propaganda en el año que tiene por delante, tras lo cual, indefectiblemente, su próximo paso estará directamente vinculando al resultado de las elecciones.
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