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Un pendejo en una camionetota

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Difícil el tema de hoy. La primera dificultad es tratar de definir lo que significa ser pendejo, ya que, generalmente, todo pendejo es ignorante de su condición, de hecho, yo mismo creo no serlo. Aunque seguramente sí lo soy, pero no soy consciente de eso; quizás, si algún día alguien me lo dijera, lo tomaría como un insulto y respondería: “¡Más pendejo eres tú que te crees la gran vaina!”.

¿Un pendejo es una persona tonta o boba? ¿Es acaso un loco? La verdad, no lo sé. Y la cosa se complica porque, fíjense, hay mucho vivo haciéndose el pendejo para joder a un pendejo genuino. Incluso, muchos hemos escuchado cosas como: “Claudio, hecho el pendejo, se levantó a fulana”, “hecho el pendejo se ha ido metiendo en tal sitio”.

Todos conocemos “vivos” que son engañados con una pendejada y entran en razón cuando se dan cuenta de su terrible condición: “¡increíble!, yo siempre estoy mosca y vine a caer en este fraude de criptomonedas. ¡Qué pendejo fui!”, “Yo, que sé tanto de mecánica, pensé que el carro que compré era una ganga y caí como un pendejo”.

Hay un dicho popular que al parecer es cierto: “Todos los días sale un pendejo a la calle y el que se lo encuentra es de él”. Esto puede ser verdad, pero es una verdad peligrosa porque puede ocurrir que el pendejo que usted se encuentre, realmente se está haciendo el pendejo para hallar a un pendejo genuino que se la da de vivo. Hay que estar alerta con los seudopendejos porque utilizan herramientas como la lástima o hacen alarde de una supuesta ingenuidad con el objetivo de hacer caer a sus víctimas. Los peores seudopendejos son aquellos quienes fingen ganar un premio y no saben cómo cobrarlo. Al “vivo”, se le prende el bombillo de “¡ay, papá!, este pendejo es mío” y lo hace caer en la trampa de una estafa.

También son peligrosas aquellas personas que fingen enfermedades, miserias y tragedias, para, hechos los pendejos, convencernos de que les consigamos un trabajo en nuestros negocios o casas y luego terminar robándonos.

Sin lugar a dudas, los pendejos más peligrosos son aquellos que tienen iniciativa. Son de dos tipos. Los pendejos que creen dominar una profesión, como, por ejemplo, plomería, arquitectura, ingeniería, cocina o mecánica, porque al final hacen verdaderos desastres, esos son los que llamamos “pobres pendejos”, y aunque son conscientes que no saben casi nada sobre esas profesiones, creen o hacen creer a otros que las dominan. El segundo tipo es un verdadero azote para la humanidad, son los pendejos que se meten en política. Esa profesión está cundida de pendejos con iniciativa, algunos, incluso, siendo pendejos genuinos, tienen seguidores quienes, sin darse cuenta, son pendejos útiles mal llamados tontos útiles, pero que realmente son pendejos ingenuos dispuestos a escuchar pendejadas de un pendejo con iniciativa. Honestamente no creo que alguien llegue al poder por pendejo, por algo está en el poder.

Muy peligroso es cuando un pendejo se da cuenta del poder que puede llegar a tener. Mientras más poder político tiene un pendejo, más se rodea de burócratas y jalabolas que, hechos los pendejos, se enriquecen a costilla del erario público.

Los peores pendejos los vemos a menudo en la calle. Son aquellos quienes se rodean con motos conducidas por hombres armados que detienen el tráfico para que el pendejo pase. Allí debe producirse una doble reflexión que me dará la razón al afirmar que, al final, todos somos pendejos. Me explico, el pendejo que se cree importante nos mira con desdén a través del vidrio ahumado de su camionetota. Él pensará: “qué importante soy, a estos pendejos los han hecho parar para que yo pase”. Y nosotros, con tremenda arrechera por no poder seguir circulando por calles o autopistas, decimos entre dientes: “¿quién será el pendejo que va en esa camioneta?”. Esta plaga de pendejos no es nueva, existía en la cuarta república y ahora, con honrosas excepciones, se ha multiplicado.

Ofrezco disculpas, queridos lectores, por escribir estas pendejadas inspiradas esta mañana por un motorizado vestido de negro conduciendo una motocicleta de alta cilindrada quien me detuvo en la intersección de la autopista, tocando el vidrio de mi carro, como si lo fuera a romper, para que me detuviera y pudiera pasar un pendejo en una camionetota.

@claudionazoa

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