Mientras mañana domingo 20 se escenificará un cuestionado evento político, los venezolanos todos nos preocupamos por lo que vaya a ocurrir pasado mañana, el lunes 21, cuando conocidos los resultados, ciertos, cuestionables o cuestionados, hayamos de enfrentar de manera impostergable un proceso de rectificación del rumbo ante la evidencia inocultable de que vamos por un camino insostenible. Lo ideal sería que esa rectificación sea la resultante de un amplio acuerdo, cuyo ingrediente fundamental fuera el patriotismo genuino, expresado en concesiones que muchas veces serán dolorosas. Otras sociedades lo han logrado, ¿por qué Venezuela no?
Los venezolanos que adversamos al gobierno somos conscientes de los extraordinarios logros obtenidos en el escenario internacional, en el cual hasta hace dos o tres años muy pocos gobiernos o instituciones nos brindaban algún apoyo, casi siempre tibio o meramente declarativo.
Hoy la constatación universal del desastre y caos en el que ha sido sumida nuestra patria ha provocado que el llamado a la restitución de la vía democrática y la garantía alimentaria sea casi unánime en todos los foros, a excepción de los pocos aliados que aún acompañan al gobierno por razones ideológicas o simplemente pragmáticas.
Sin embargo –aunque duela entenderlo– tenemos que ser conscientes de que en estos momentos el mundo enfrenta también otros retos cuyas consecuencias generales son de mayor relevancia que el drama que a nosotros nos arropa. Debemos entender que no somos la mitad del medio ni el objeto de la mirada universal.
En la península coreana se está jugando una partida de cuyo desenlace pende la seguridad existencial de Estados Unidos ante la comprobación de que Corea del Norte ya tiene, o está a punto de conseguir, la capacidad de alcanzar el territorio continental norteamericano con un arma nuclear. El resultado de las conversaciones que habrán de tener Trump y Kim Jong-un el mes próximo tiene relevancia decisiva no solo para los países involucrados, sino para el mundo en general, lo cual sitúa el tema en posición crucial en la agenda internacional.
La retirada de Estados Unidos del acuerdo nuclear logrado en 2015 por los cinco miembros del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania frente a Irán, ya han encendido la mecha de una racha de consecuencias graves en el Medio Oriente que se han hecho sentir en la frontera Israel/Gaza y Siria/Israel con eventos cuyo control no es fácil de predecir ni manejar. Si la crisis humanitaria venezolana es cierta y grave, en Yemen existe otra de magnitud mucho mayor que, además, se desarrolla en un escenario de guerra aérea y terrestre irrestricta que también desestabiliza el equilibrio político entre los países árabes y entre estos e Irán, que desea retomar e incrementar su influencia en la zona.
Con tono más civilizado y lenguaje menos estridente estamos siendo testigos de un evidente deterioro de la relación entre Estados Unidos y sus principales y tradicionales socios europeos, producido por la aspiración –razonable– de Mr. Trump de que el viejo continente asuma un papel más activo en la garantía de su propia defensa hasta ahora costeada en buena parte por Washington. Esta situación más los conflictos comerciales –aunque no se discutan en términos de alto volumen– representan una tensión que afecta alianzas y esferas de influencias que han estado vigentes desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial y la disolución de la Unión Soviética.
Entretanto, China va reasumiendo sin prisa pero sin pausa el papel de peso pesado que a lo largo de muchos siglos de historia ha ocupado en la zona y hoy en todo el planeta. Cada avance de Pekín representa un retroceso de los demás actores y la importancia de esa dinámica –mal que nos pese– opaca la situación venezolana que nos duele en lo más profundo, pero que en términos relativos no ocupa un papel protagonista, sino tan solo en una parte del ámbito suramericano que es donde se han producido las mayores reacciones (Grupo de Lima, etc.) que por el momento no pasan de lo declarativo. Igualmente, Rusia está embarcada en un proyecto de retomar el protagonismo histórico perdido hace un cuarto de siglo al caer el comunismo. La sólida ventaja alcanzada por Putin en la última elección parece haberle dado el aval para seguir con el rumbo de expansión poco respetuosa que ha sido tradicional a ese imperio desde el zar Pedro el Grande.
Ya completamente en otro escenario, Venezuela sí se encuentra en el centro de un problema en el que es parte pero ni es político ni se debate dentro de nuestro territorio: el caso Conoco Phillips en el que se presentan dos visiones antagónicas acerca del objeto final del orden jurídico entre la interpretación de que el derecho y la ley son un fin en sí mismos o si tan solo son medios para el logro de la justicia, la cual a su vez depende de encontradas interpretaciones. Ese debate está reflejado en la carta abierta de la señora Liberia Peters (http://curacaochronicle.com/columns/open-letter-to-conocophillips/), ex primera ministra de Curacao, con motivo del pleito entre la empresa estadounidense y Pdvsa que amenaza la supervivencia y la paz social de las islas, donde se están llevando a cabo embargos que afectan los activos de la petrolera estatal venezolana.
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