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La privatización de Pdvsa, un acto inconstitucional

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La privatización de Pdvsa viola nuestra Constitución y es un acto contrario al interés nacional. La carta magna, en su artículo 303, le otorga rango constitucional a Pdvsa como empresa operadora nacional, encargada de las actividades de producción de petróleo reservadas al Estado venezolano, en el artículo 302 del mismo texto constitucional.

Es decir, el petróleo es propiedad del pueblo, representado por el Estado venezolano. Este principio, de la titularidad sobre los recursos minerales, no sólo ha sido recogido en nuestra Constitución vigente, sino que se mantuvo como una constante en todas nuestras  Constituciones, a partir del Decreto del Libertador Simón Bolívar, promulgado en Quito en 1829.

La existencia de Pdvsa como empresa nacional se remonta a 1976 y fue una conquista de todos los venezolanos, cuando la nacionalización de la industria petrolera puso fin al período concesionario; es decir, al control directo que, durante más de 66 años, las empresas transnacionales ejercieron sobre la producción de nuestro petróleo.

En ese período de nuestra historia, las transnacionales petroleras se llevaron más de 50.000 millones de barriles de petróleo, disfrutando de extraordinarias concesiones fiscales y durante muchos años, sin ni siquiera pagar impuestos.

Fueron los años del saqueo, de la apropiación de nuestra riqueza, transferida al capitalismo internacional, instalando el modelo rentista petrolero en el país, sumiendo al pueblo venezolano en la pobreza y la desigualdad, que ha caracterizado a nuestra sociedad desde entonces.

En los años de la aparición del petróleo, por allá a inicios del siglo XX, nuestro país carecía del conocimiento y la tecnología para desarrollar nuestros inmensos recursos naturales. Es decir, aunque la Constitución establecía nuestra propiedad sobre los mismos, no teníamos la capacidad para su explotación, ni la voluntad política de los dictadores de turno para hacerlo, pues estos eran agentes de las transnacionales.

Es sólo a partir de los años sesenta, con la creación de la OPEP, que bajo la dirección del entonces ministro Juan Pablo Pérez Alfonso, se crea la Corporación Venezolana de Petróleo, como la primera empresa nacional de petróleo, que luego de la nacionalización sería absorbida por Pdvsa.

Es importante resaltar que la existencia de una operadora nacional de petróleo no solo nos permite manejar nuestros propios recursos, sino que le da fuerza y razón de ser a la existencia de la OPEP. Cuando nuestra organización se creó en 1960, los países que la conformaban, aunque intentaban intervenir el mercado y regular la producción para defender el precio del petróleo, no podían hacerlo, no tenían cómo, puesto que no poseían empresas nacionales de petróleo.

Es por ello que, a partir de 1970, inicia lo que se conoce como la “Revolución de la OPEP”, cuando los países productores nacionalizaron la actividad y crearon sus propias empresas nacionales, desplazando a las transnacionales conocidas como “Las 7 hermanas”, y fue solo, a partir de ese momento, que la OPEP pudo realmente incidir en el mercado petrolero, puesto que tenía la posibilidad de manejar soberanamente su petróleo, es decir, de acuerdo con sus intereses nacionales.

Cuando se propone privatizar Pdvsa, se está planteando un retroceso brutal en nuestras conquistas nacionales, para volver al período concesionario, en el que las transnacionales se hacían cargo de nuestra producción de petróleo, y obtenían reducciones en regalías e impuestos, a la vez que, desarrollaban una política volumétrica para abatir el precio del petróleo, expropiando al pueblo venezolano de sus riquezas.

Esta intención privatizadora resulta más grave aún, pues, luego de más de 100 años de desarrollo petrolero, en el país existen todas las capacidades para manejar nuestra propia industria y captar toda la renta petrolera que sea posible para ponerla al servicio del pueblo venezolano.

Detrás de este planteamiento privatizador están los poderosos intereses transnacionales, que gustosamente se apropiarían de las reservas de petróleo más grande del planeta, despojándonos de la única herramienta que tenemos para salir de esta crisis y reconstruir el país.

La propuesta viene acompañada de toda la argumentación que ya conocemos, como “la necesidad de eliminar regalías y reducir impuestos para crear condiciones atractivas al inversionista”, así como “la inminencia del fin de la era del petróleo”, por lo cual nos veríamos en la necesidad de rematar nuestras inmensas reservas ubicadas en la faja petrolífera del Orinoco.

Nuevamente, “los expertos” –agentes criollos de las transnacionales–, vuelven a denominar la faja petrolífera, como bituminosa, desvalorizándola, al convertirla en una faja de carbón, para venderla a precios irrisorios, desconociendo la exitosa certificación de reservas hechas en el país en 2007, donde se demostró técnicamente que la Faja Petrolífera era la reserva de petróleo crudo más grande del planeta, hecho reconocido por la OPEP y otras agencias, incluyendo las norteamericanas, lo cual colocó a nuestro país en un lugar preponderante en el mercado mundial del petróleo, al tener suficientes recursos para sostener nuestra actividad en todo el tiempo que hiciera falta.

Esta arremetida privatizadora ha cobrado fuerza, de manera irracional, en medio del desastre del madurismo. Muchos de los que aplauden esta idea profundamente antinacional, no están pensando en las implicaciones para el país y para el futuro, sino que lo hacen desde la rabia y el hastío.  Mientras que otros lo hacen pensando en su propio beneficio, al ser agentes del interés transnacional.

El hecho de que maduro haya destrozado Pdvsa no quiere decir que tengamos que liquidar o privatizar nuestra empresa nacional de petróleo, único instrumento para explotar y desarrollar nuestro estratégico recurso natural, a favor de nuestro pueblo, de todo el país.

Lo que se nos ofrece como alternativa es lo mismo que ha hecho maduro con la Chevron: entregar al control de la transnacional, la producción de nuestro petróleo, para que se la lleve del país, sin pagar nada a cambio. Habría que preguntarse, más allá del hecho de que se violan la Constitución y las leyes, ¿en qué nos ha favorecido esto?

En la incontinencia de la política, y con claros objetivos electorales, se mete en un mismo saco, la gestión del presidente Chávez y el desastre de maduro, haciendo ver que lo que sucede actualmente ya ocurría durante el gobierno de Chávez. Esto no sólo es falso, sino que impide entender qué ha pasado en realidad e identificar la naturaleza y dimensión de la crisis actual, cuyo único responsable es nicolás maduro y su gobierno.

Aunque esta matriz antichavista estimulada por el propio gobierno se ha extendido a todos los órdenes del quehacer nacional, en el sector petrolero, esta diferencia entre Chávez y maduro, está claramente delimitada entre un “antes” y un “después”, porque el desempeño de la industria petrolera se mide con hechos y con números. Nuevamente, como le gustaba parafrasear al presidente Chávez, “Dios habla por las matemáticas”.

En términos de producción petrolera, luego del sabotaje petrolero, cuando la “gente del petróleo” paralizó Pdvsa con el objetivo de derrocar al presidente Chávez y colocó nuestra producción de petróleo en solo 23.000 barriles día en enero de 2003. Luego de la recuperación de Pdvsa, fuimos capaces de mantener nuestro nivel de producción promedio anual entre 2004 y 2013 (período de nuestra gestión), en 3 millones de barriles al día de petróleo.

Éste es un hecho no sólo verificado por los organismos responsables de la economía del país, sino reflejados en los Informes Financieros de Pdvsa, auditados por la KPMG y hechos públicos de manera permanente durante nuestra gestión, así como, reflejados por la OPEP y agencias internacionales.

En términos de ingresos, tenemos que estos números de producción, en conjunto con el régimen fiscal correspondiente a la Ley Orgánica de Hidrocarburos, y el control sobre nuestra industria petrolera, permitió que ingresaran a la economía nacional (en ese mismo período) 700.000 millones de dólares, de los cuales, 500.000 millones de dólares correspondían a los aportes fiscales y aportes extraordinarios, al Estado venezolano.

Fueron estos ingresos y no otros los que sostuvieron la economía venezolana, en permanente crecimiento desde el sabotaje petrolero en 2002 hasta 2012. Pero, más importante aún, fueron los que permitieron sostener los Programas de Desarrollo Social, Misiones y Grandes Misiones, así como construcción de infraestructura e industrias, de los que disfrutó el pueblo venezolano en este período y que el presidente Chávez llamó el “vivir bien” del pueblo.

La debacle de la producción venezolana inicia justamente a partir de 2015, luego de que el gobierno de nicolás maduro asumiera el control total de Pdvsa, para luego militarizarla e iniciar la persecución en contra de sus gerentes y trabajadores.

Pdvsa quedó en manos del madurismo y sus agentes, desplazando y encarcelando a los cuadros técnico-políticos que derrotamos el sabotaje petrolero (2002-2003) y estuvimos al frente de la industria durante todo el gobierno del presidente Chávez.

El gobierno de nicolás maduro ha fracasado de manera estruendosa en la conducción de la industria petrolera, ha improvisado, la ha vaciado de sus capacidades técnicas, ha desviado sus fondos operacionales, la ha desmantelado y entregado a las empresas privadas de sus operadores económicos; y, ahora, a las transnacionales.

Lo que ha sucedido con la producción de petróleo en el país, se puede apreciar gráficamente, para entender con claridad que el problema no es la Constitución, ni la Ley Orgánica de Hidrocarburos, ni mucho menos, Pdvsa y sus trabajadores; el problema es maduro.

PRODUCCIÓN PETROLERA DE VENEZUELA (2002-2023)

Aquí puede apreciarse claramente, que la producción petrolera colapsa a partir de 2015, bajo la gestión de maduro. Entre 2013-2023 hemos perdido 76,7% de nuestra capacidad de producción de petróleo.

En 10 años de absoluto control de maduro sobre la industria petrolera y el gobierno, Pdvsa ha colapsado, hoy día, a pesar de todos los anuncios y promesas de las distintas figuras del madurismo, nuestra producción de petróleo se ubica en 760.000 barriles día de petróleo, 2,24 millones de barriles menos que nuestra producción de 3 millones de barriles día de 2013.

El gobierno, para evadir su responsabilidad, ha utilizado miles de argumentos. Primero, culpando a Chávez de su propio fracaso, y luego, a las sanciones norteamericanas.

Las sanciones han sido el argumento, pero resulta, y ahí están los números, que cuando Estados Unidos sanciona a Pdvsa en enero de 2019, la producción de petróleo ya había caído a 1,15 millones barriles día, una caída de 1,88 millones de barriles día respecto a nuestra producción de 2013.  Ya maduro tenía 5 años de control absoluto de la industria, había perseguido y encarcelado a cientos de trabajadores y gerentes de Pdvsa, había militarizado la empresa, habían salido más de 30.000 trabajadores de la industria, y a partir de 2018, el gobierno entregó sus operaciones a las transnacionales en la faja petrolífera del Orinoco, y a los particulares, con los contratos de servicios petroleros.

Las sanciones, que muchos países, como Irán y Rusia, han estado en capacidad de manejar y minimizar el impacto sobre su industria petrolera (tal como hicimos nosotros cuando Estados Unidos sancionó a Pdvsa en 2010), han sido la excusa perfecta del madurismo y su “burguesía revolucionaria” para apropiarse de Pdvsa, amparándose en la inconstitucional Ley Antibloqueo, que establece el secreto y la falta de rendición de cuentas, como norma de actuación del gobierno, en detrimento del pueblo venezolano.

El mejor ejemplo de ello ha sido el escándalo de la desaparición de 21.000 millones de dólares, del petróleo entregado a los operadores y testaferros de los jerarcas del gobierno, que ha privado al pueblo de Venezuela, de recursos fundamentales para mejorar sus condiciones de vida y tener, al menos, un salario justo. Por cierto, a más de 100 días que emergió este escándalo, todo el país se pregunta “dónde está Tareck el-Aissami”, uno de los jerarcas del madurismo, que actuó por encima de la ley y que hoy cuenta con la protección del alto gobierno.

Entonces, no son las sanciones, no es Pdvsa, el problema está en Miraflores.

En el ámbito de soberanía, un aspecto que no puedo dejar de mencionar, cuando se habla de privatizar Pdvsa, es que Venezuela no tendría nada que decir en la OPEP, puesto que no tendríamos cómo ejercer nuestra soberanía en el manejo del petróleo, seríamos nuevamente un país petrolero tutelado por las transnacionales.

El valor de Pdvsa no se trata sólo de su valor político y estratégico, sino que hablamos de una empresa de todos los venezolanos, que al 2013 tenía activos registrados y auditados por la KPMG por más de 231,1 mil millones de dólares, de los cuales, en plantas y equipos –es decir, en todas las instalaciones, infraestructura y medios necesarios para producir petróleo–, tenía un valor al 2013 de 129,8 mil millones de dólares. Una empresa con un patrimonio al 2013, de 84,5 mil millones de dólares, que ese mismo año fue ubicada como la quinta empresa petrolera más importante en el Ranking Internacional.

Entonces, ¿quién se quiere apropiar de Pdvsa? ¿Por qué la quieren rematar? ¿Por qué retroceder 100 años en nuestra historia petrolera? ¿Por qué transferir al interés transnacional o particular una riqueza, una propiedad social que es de todos los venezolanos?

Un último aspecto, tal vez el más importante, es que no se puede tirar por la borda el único instrumento que tenemos para sacar a nuestro país de la pobreza.

Colocar el petróleo al servicio del pueblo, las dimensiones de la crisis humanitaria actual sólo pueden ser resuelta utilizando el petróleo de manera directa e intensiva para este propósito, hay que poner la renta petrolera al servicio del pueblo, como hicimos durante nuestro período (2004-2013), para saldar la deuda social, que, ahora, como consecuencia de este gobierno, ha tomado dimensiones trágicas.

Es con el petróleo, con Pdvsa y sus trabajadores, que podremos afrontar con éxito los grandes retos sociales y económicos, que tenemos como país, volver a las Misiones Sociales, a las Grandes Misiones, corregir errores, pero insistir en la dirección correcta de convertir el petróleo en el eje de nuestro desarrollo.

Insisto, Pdvsa es recuperable, sus trabajadores están allí, tenemos el conocimiento, la experiencia y el compromiso de hacer lo que siempre hemos hecho, trabajar para el país, para nuestro pueblo, para nuestro futuro.

Pdvsa y sus trabajadores siempre fueron la vanguardia, ejemplo, el puntal de nuestra economía y soberanía del país. Entregarla, es cerrar las posibilidades de salir de este abismo, de restablecer la soberanía sobre nuestros propios asuntos.

En lugar de entregar el país, sus riquezas, empresas e instituciones, en vez de entregar Pdvsa y el petróleo, el objetivo debe ser rescatarlos del desastre del madurismo y colocarlos al servicio de nuestro pueblo.

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