Tras horas de carretera en el desierto de Níger, aparecen como espejismos, en medio de un palmeral enmarañado, las fortalezas de sal y arcilla levantadas sobre espolones rocosos asediados por la arena.
Detrás de las murallas almenadas se esconden calles sinuosas, torres de vigilancia, galerías subterráneas, pasarelas, graneros y pozos, testimonios del genio de constructores olvidados.
Generaciones de viajeros han soñado delante de las ruinas de los fuertes de Djado, a más de 1.300 km de la capital Niamey, sin haber resuelto nunca sus enigmas.
¿Quién construyó estos «ksars», poblados fortificados de piedra de sal cuyos vestigios rondan los oasis del Kawar, una región desértica y aislada del noreste de Níger? ¿En qué época? ¿Y por qué fueron abandonados?
Nunca se ha realizado una excavación o datación científica en la zona para responder de forma definitiva a estas preguntas.
Hace 20 años que investigadores y turistas dejaron de visitar esta región conflictiva, cerca de las fronteras con Libia y Chad, debido a la inseguridad.
El Kawar, antaño un importante nudo de rutas de caravanas, es ahora un corredor para el tráfico de armas y drogas.
«Desde 2002 no hay más turistas extranjeros. En el tiempo que el turismo estaba bien, era un potencial económico para la comunidad», lamentó Sidi Aba Laouel, alcalde de la comuna de Chirfa, donde están los sitios de Djado.
El descubrimiento de yacimientos de oro en la zona en 2014 insufló nueva vida a la comuna y atrajo a gente de toda África Occidental, así como a bandidos que usan como guarida las montañas cercanas.
Las ruinas interesan poco a estos nuevos visitantes.
Sáhara: redadas devastadoras
El alcalde prefiere no entrar en la historia del patrimonio. Se remite a viejas fotocopias enterradas en el armario de su despacho de un libro de Albert le Rouvreur, un militar francés que estuvo destinado en Chirfa durante la época colonial e intentó sin éxito desentrañar el misterio.
Cuando llegaron los primeros europeos en 1906, los «ksars» habían perdido su utilidad, la de proteger a los habitantes contra las incursiones e invasiones que habían asolado a la región durante siglos.
Los sao, un pueblo animista que ha vivido en la región desde tiempos remotos, son los primeros ocupantes conocidos de Kawar, y quizás fueron los responsables de sus primeras fortificaciones.
Pero los tejados de palma que quedan dispersos en las ruinas de Djado parecen indicar construcciones más recientes.
Entre los siglos XIII y XV, los kanuri ocuparon la zona. Sus oasis fueron arrasados entre los siglos XVIII y XIX por invasiones sucesivas de nómadas tuaregs, árabes y tubus. Estos últimos se arraigaron en Djado y establecieron allí uno de sus bastiones, hasta la llegada de militares franceses que conquistaron la zona en 1923.
Los kanuri y tubu están ahora mezclados, pero las autoridades tradicionales de la zona, los «mai», siguen descendiendo de los grandes linajes kanuri, y son los propietarios consuetudinarios de los «ksars» y los custodios de la tradición oral, que puede aportar algunas respuestas.
Kiari Kelaoui Abari Chegou, el «mai» de Bilma y de su «ksar» en ruinas, se ha topado con los mismos enigmas que los viajeros. «Ni siquiera nuestros abuelos lo sabían, no hemos conservado nuestros archivos», lamentó.
Vestigios bajo amenaza en Níger
Unos 300 km al sur, otra joya del patrimonio regional yace en los huecos de un mar de dunas.
El oasis de Fachi es famoso por su fortaleza y su casco antiguo, cuyas murallas están casi intactas.
La autoridad tradicional de Fachi, Kiari Sidi Tchagam, calcula la edad de su fortaleza en «al menos 200 años».
«Según las informaciones que hemos recibido, había un árabe que llegó de Turquía y fue él quien dio la idea de construir un fuerte aquí», asegura.
En Dirku, donde se encuentran las ruinas de otra ciudad antigua, el exdiputado Agi Marda Taher, es una autoridad en la historia del patrimonio local. Según él, los turcos, instalados en la vecina Libia, participaron en la construcción de varios «ksars», incluidos los de Djado en Níger.
Es un motivo de orgullo para sus descendientes, preocupados por la conservación de estas frágiles estructuras de sal amenazadas por las lluvias.
«Es realmente imperativo que esto se inscriba en la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco. Forma parte de nuestra cultura, de nuestra historia», afirma Kiari Sidi Tchagam.
Desde 2006, los fuertes de Djado languidecen en una lista provisional con miras a una posible inclusión en la lista de Unesco.
Abandonadas en el silencio del desierto, las ciudadelas siguen defendiendo a sus herederos contra el olvido.
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional